Yo soy una violeta y un aliso, lo frío y lo tibio en la carne.
Pier Paolo Pasolini
La única respuesta que puedo dar es que hablar
contigo es una necesidad que no se acaba nunca. Que cuando la vida se
atraviesa, convirtiéndose en un páramo silencioso, el recuerdo de tu voz la
envenena, haciéndola difícil, estéril, casi hueca. Agua que se pierde
inútilmente entre los dedos, nada la puede retener. Intento, una y otra vez, que la tormenta escampe, que se aleje y se estrelle contra cualquier sombra ajena, pero siempre aparecen los monólogos
sostenidos en silencio, con los dientes clavados en la almohada, para no perder la costumbre, por si vuelves. Al amanecer todo pasa y las antiguas heridas se transforman en pequeñas cicatrices, casi invisibles, que
salvaguardan el recuerdo. Siempre tú, en la otra orilla, bañado de
inconstancia, del temor a los labios que pronuncian tu nombre.
Qué guapo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Kenit. Se te echaba de menos. Un abrazo.
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