«Entiéndame, caballero, ¿Sabe lo que significa que uno no tenga un lugar adonde ir» La pregunta que Marmeladov le había hecho la víspera le acudió de pronto a la mente. «Pues todo hombre debe tener un lugar adonde ir.»
Fiódor Dostoyevski. Crimen y Castigo
Aprendió a comunicarse enviando notas que dejaba por ahí, perdidas en cualquier sitio, sabiendo que quien las buscara las encontraría a poco que prestará un poco de atención. En la era digital, cualquier bit contiene una información preciosa y precisa. Por eso las notas las escribía de cualquier manera y en cualquier sitio, para dispararlas más tarde con la precisión de un arquero. A veces, mientras esperaba el autobús, garabateaba un trozo de papel que guardaba con prisa al verlo doblar la esquina, como si en aquellos cuatro esbozos contuvieran la vida entera que después lanzaría a la nada para que fueran cazadas al vuelo. La ausencia relativa y el coraje de sortearla encuentra siempre vías curiosas para seguir pendiente del filo de la navaja. Hablar sin hablarse. Comunicarse entre mudos y sordos con una especie de monólogos destartalados que, perdidos por ahí, siempre encuentran su encaje. Rarezas que cimbrean alrededor de un mundo extraño.
los sordos y los mudos para intentar entenderse deben mirarse. Corto relato, pero llenito de cosas
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