martes, 18 de febrero de 2020

AGUA DE BEBER



...No salir, no tomar copas
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia...

Jaime Gil de Biedma. Vita Beata





Puede que solo seamos el reflejo de lo que creemos ser. Que en lo esencial seamos lo mismo que enviamos hacia fuera aunque a nosotros nos sorprenda lo que nos devuelve el espejo. Mirarse en otro es un ejercicio de enorme humildad que nos hace vulnerables. Con el tiempo y lo vivido, vamos perdiendo ingenuidad y vamos picando muescas en el imaginado cabecero en el que colocamos la vida. Como animales acomodaticios, aprendemos a guarecernos de ciertos males que siempre llegan. Intentamos protegernos de la mella que nos regalarán con su llegada. Nos afanamos en ocultar las cicatrices que casi siempre se nos ven por otro lado. Pero aun así, tullidos de vivir, seguimos. Nos curtimos a base de momentos intensos, de circunstancias vitales que nos enseñan los dientes y de las que solo se descansa cuando llegan esos momentos menudos e insignificantes que nos vuelven comodones. La felicidad es un soplo breve que se va tan pronto como llega, dejándonos huérfanos y sobrecogido por la querencia del día a día que se repite hasta el infinito, convirtiendo el tránsito de vivir en una suerte de monotonía de la que incluso da pereza sacudirse. Es entonces, templados por la quietud, cuando nos descubrimos igual que siempre, pero un poco más viejos, un poco más cansados.







1 comentario:

  1. Mirarse en otro debería ser de obligado cumplimiento, casi una ley. Creo que seríamos más humanos, sí.

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