“Esta eres tú, los ojos cerrados bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así, nunca te habías visto como… no sé cómo describirlo. Una de esas personas a las que les gusta la luna, o que pasan horas contemplando el mar o una puesta de Sol… Seguro que sabes de qué gente estoy hablando, o tal vez no".
Mi vida sin mí
Sigues perdido por
los rincones de tus pensamientos en un monologo que repites una y hora vez como dentro de ti. Fuera hace frío y aquí, entre las ruinas de tus
sueños, buscas un pretexto para continuar rebuscando entre imágenes que inventas
porque nunca han existido. No existe el recuerdo, solo una ficción que crea a tu medida y de la que
te cuelgas como de un salvavidas. Y ahí sigues, un tanto aturdido, esperado que el
aire se lleve la inquietud que te empacha pero que te mantiene medianamente vivo. Bostezas. La cabeza reposa sobre el brazo
adormecido y ya no ves nada. Quieres quedarte ahí, quieto muy quieto, con los
ojos cerrados y respirando despacio. Temes que cualquier movimiento brusco borre lo
poco que has ido guardando en tu interior, para que nadie lo toque, para que nadie lo vea, para que nadie lo sepa. Entre el polvo y la nada, la luz de un fluorescente
reverbera y su reflejo parece cobrar vida. Te preguntas qué queda. Te friegas
los ojos hinchados y aunque sabes la respuesta prefieres seguir dormido, esperando
que pase el frío, que el invierno se muera para poder volver a la calle, aunque allí
ya no quede absolutamente nada.
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