"Cuántas cosas y cuánto caen continuamente en el olvido, al extinguirse cada vida; cómo el mundo, por decirlo así, se vacía a sí mismo, porque las historias unidas a innumerables lugares y objetos, que no tienen capacidad para recordar, no son oídas, descritas ni transmitidas por nadie".
W.G. Sebald
Vivimos en un cuerpo precario, sometido a las órdenes del
tiempo y del desgaste. La sala de urgencias se va llenando de gente a medida
que avanzan las horas. Batas arriba y abajo que parecen no tener prisa. En los
hospitales las esperas son largas y el tiempo incierto. Los ancianos parecen
más ancianos y el resto, apostados en incómodas sillas de plástico, nos miramos unos a otros esperando noticias. El cansancio, a medida que avanza la noche,
puede leerse en la cara de los que allí esperan. Miro el reloj, lo coloco junto al oído, aunque los de hoy en día no hacen sonido
alguno. Vuelve en una silla de ruedas
aunque sus dolores son cosa de la edad, nada importante, nos dicen. Regresamos
en un taxi que cruza las calles extrañamente desiertas. La miro de reojo, tiene
la mirada húmeda y la mano, que sujeto entre la mía, parece una ramita seca.
"Semos" un montón de huesos que duelen.
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