...cuántas veces al despertarme me sorprendía de que
los muebles fuesen los mismos de la víspera y
los recibía con desconfianza, no creía en ellos...
António Lobo Antunes
Querido John:
Hoy es domingo. No es gran cosa, solo es domingo. Un día
más como otro cualquiera. Cuando tu vida depende del subsidio, no
hay niños que llevar a la escuela y el Hudson transcurre sereno, la vida es
igual un martes que un domingo. Puede que el panorama varíe un poco, pero
solo si sales de casa. Miro por la ventana y unos cuantos albatros graznan sin
sentido mientras sobrevuelan la orilla derecha del río. A veces me pregunto
cuándo un río deja de ser río para convertirse en mar. Nada tiene que ver con
la sal, o tal vez, sí. Puede que tenga que ver con la extensión y poco más. Tan
imbebible es el agua que por aquí discurre o como la del Atlántico en donde muere. Desde
aquí puedo ver parte del estuario, pero algunos días, cuando la fábrica trabaja, apenas veo nada. Las fumarolas lo esconden todo.
Te echo
de menos John.
Ayer me levanté pensando que tenía algunas cosas que
contarte y me asomé a la ventana como si de esa manera fuera más sencillo conectarse
mentalmente. Pero conectarse con los muertos no es sencillo, sobre todo con los
muertos que siguen viviendo pero en la vida de otros.
¡Ay, querido John! Desde aquí huelo el aire de la marea baja y ese olor, que
mezcla la pena con la humedad lejana del océano, me recuerda que algunos
saltamos por la ventana porque las puertas estaban todas cerradas. No había otra salida. ¿A qué puedes temer cuando ya no te queda nada? El sentido
trágico de la vida habita en los trozos de pan que quedan atrapados entre las lamas de la
tostadora, entre el café reseco de una taza que no lavas porque para qué. Creo que he perdido la capacidad de
concentrarme en lo más menudo y ahora solo veo en un plano amplio y extraño que me aleja
de toda comprensión. A veces, cuando
releo tus notas, me pregunto cómo es
posible que la pasión por la vida muera en cuanto se traslada a una cuartilla. Siento defraudarte de nuevo, aunque tú no lo puedas saber ya.
Vuelvo a escuchar el sonido de los pájaros que sobrevuelan
el puerto y una vez más se me hace tarde. Tarde para casi todo.
Te echo de menos John, como se echa de menos algunas haches
que pesan como anclas en el pasado.
Siempre tuya. Grace.
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