El color del pelo parecía saltar y moverse como
el temblequeo de una cerilla al viento.
Eudora Welty
Los motivos por los que
hacemos determinadas cosas puede parecer enigmáticos a los ojos de quien nos observa desde la banda. Nuestras decisiones suelen ir acompañadas del
escenario que nuestras propias vivencia, por eso no es extraño que a alguien que carezca de la información necesaria podamos parecerle un loco desquiciado o un maldito perturbado. La vida es
particular y es difícil de encajar entre los muros que nos son ajenos, sin hacer un ejercicio expansivo que no
siempre funciona.
Nuestra vida, nuestras decisiones y nuestro propio azar.
En ocasiones, y a la vista de
cuestione sustanciales para mí en la que he equivocado le paso sin poder evitarlo
(aunque a veces con toda la intención), he intentado elaborar la “teoría del
error azaroso” y sigo en el intento porque las reglas se convierten en excepciones y éstas en reglas que duran lo que dura un tropiezo. Hace no demasiado me preguntaban si algún
error me había condicionado la vida. La contestación fue sencilla, los errores me
la han condicionado tanto como mis propios aciertos, solo que de estos últimos,
como le pasa a todo el mundo, me olvido con facilidad, mientras que con las
metidas de pata tejo tristes abrigos en los que me envuelvo durante un tiempo que a veces puede parecer excesivo. Cada uno tenemos nuestros propios ritmos. Nada fuera de lo normal porque, al final, todos hacemos las cosas como podemos. Los que somos gente corriente, sin especial relevancia en nada que no
sea nuestra propia vida, nos manejamos entre nuestras propias contradicciones y muchas veces a socaire de las de los que viajan en nuestro mismo tren.
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