Escribo cuatro líneas rápidas antes de salir hacia Paseo de Gracia.
Tenemos que ir andando, durante la concentración
del 8 de octubre coger el transporte público fue algo más que una proeza (se bajó la frecuencia de paso del metro, los trenes apenas podían absorber la
cantidad de gente que se agolpaba en las estaciones, el aire acondicionado en
vagones atestados hasta la bandera brilló por su ausencia. Una absoluta
barbaridad perpetrada por la alcaldesa de esta ciudad que según el día, y como
se levanta, apoya a los independentistas (ahora ya golpistas) y que cuando le huele la posadera a
quemado entonces recula y abomina de ellos). Hoy la sociedad vuelve a salir a la calle para
decir que los otros catalanes, los que no somos nacionalistas, ni
independentistas, existimos, que creemos en el Estado de Derecho y que formamos parte de España. Somos muchos
los que rechazamos ese credo xenófobo y supremacista inventado por algunos que
pretenden acaparan y monopolizar la vida de la sociedad catalana, quebrantando la convivencia, los lazos de
solidaridad y afectos entre las personas y los pueblos y, sobre todo, el Estado
de Derecho. Mucho se ha escrito sobre el independentismo todos estos días. Quiero repetir que Cataluña no está oprimida,
al menos no por España. La única opresión que aquí existe es la de los
sectarios que desde hace años se han colocado, mediante el engaño, el saqueo y la demagogia, en los puestos de poder; aupados,
tampoco hay que negarlo, por los que desde el Estado les reían la gracia a ese
mal llamado nacionalismo tolerante. El nacionalismo, por naturaleza y
definición, nunca es tolerante. Durante semanas, meses, no me he cansado de
repetir que el cumplimiento de la Ley es la única seguridad que tenemos
los que no tenemos ningún poder. Y lo vuelvo a repetir hoy, más alto aún si
cabe: No cabe nada al margen de la Ley cuando vivimos en un estado democrático
como el nuestro. La locura sectaria de los independentistas, inventando una historia inexistente, pretende llevarnos
al abismo, pero no les vamos a dejar. No somos cinco o seis, como no se cansan de
decir, somos muchos, muchos más que ellos y esta guerra, que lo es, la vamos a
ganar.
Y por fin, parece que acaba esta estupidez colectiva. No existe poble català, esa entelequia en la que buscaban justificación. Somos gente, y muchos, muchos, constitucionalistas. Hoy es o un día fantástico.
ResponderEliminarUn día importante, ya lo creo.
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