domingo, 23 de octubre de 2022

REMAR


 

Pienso en llamarle. Tengo el firme propósito de hacerlo. De hacerlo de inmediato, sin dejar pasar más tiempo. La vida es breve, me digo. Espero un poco, quiero calmarme y no quiero hacerlo en mitad de la calle. Me distraigo y oigo mal. Pero no voy a esperar más. Hoy llamaré. Llevo demasiado tiempo dejándolo para más tarde. Dudo si aun conservará el mismo número o si lo habrá cambiado. Hace mucho que no sé nada. Me tiembla la mano, me tiemblan las ganas. Igual ha muerto y yo sigo aquí, pensando en marcar su número y no carraspear si descuelga. Mientras voy dándole vueltas, llego a casa, tengo que recoger algunos papeles y volver al trabajo. A mediodía, vuelvo sobre la idea, un poco menos entusiasta que esta mañana, de llamar. Pero llega la noche y no llamo. Me aturullo, me agobio, me canso y me rindo. Sacudo la mano que se me ha dormido y ahora ya sé que hoy tampoco voy a hacerlo. El aire vuelve frío y no me queda batería.




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