Volvemos al culebrón de cada verano. El título: “Juana Rivas, inasequible al retorcimiento”. Que los adultos destrozan niños es algo que nadie puede negar. Un crimen que muchas veces se lleva a cabo en nombre del interés superior menor cuando, en realidad, lo que menos importa es, precisamente, el bienestar de esa criatura que se encuentra entre el fuego cruzado, a veces solo unidireccional, de un progenitor malvado, en la mayoría de ocasiones, o enfermo en muchas menos de las que se pretende.
La ley ha prohibido hablar de la alienación parental y, por esa ley retorcida y poco anclada a la realidad de los niños, no se puede mentar a la bicha, aunque la bicha sea de tamaño king-size. Llamarle "interferencias parentales" parece que es más aceptable, pero lo cierto es que da igual el nombre que se le quiere dar porque la realidad es que existen progenitores que manipulan a los niños para que rechacen de una manera contundente e injustificada al otro progenitor. Por desgracia, cuando uno de los progenitores ha decidido destrozarle la vida al otro utilizando a los niños, envenenándoles el discurso y las emociones, creando un monstruo donde no existía, configurando falsas memorias en su cabeza, el mayor perjudicado, no es el adulto al que, por otro lado, le desgracian la vida, sino el del propio hijo al que se dice querer proteger de vaya a saber qué. Manipular a un niño es muy sencillo. Su mente y pensamiento se pueden retorcer como un papel de seda, sobre todo cuando quien lo hace es su padre o su madre, que son sus referentes, las personas en las que confía y con las que mantienen una especial vinculación en todos los sentidos. Las consecuencias del maltrato que sufren los niños, a veces tan sibilino que se disfraza de un cuidado feroz, son casi siempre irrecuperables. El tiempo y el hostigamiento psíquico y emocional sobre estos niños que son extremadamente vulnerables, porque los autores de estas prácticas son sus referentes, nos devuelven, con los años, adultos emocional y psicológicamente tocados. El culebrón de Juana Rivas es, por desgracia, el que viven muchas familias en silencio, sufriendo la lentitud de los Tribunales, las malas prácticas de profesionales que no tiene un ápice de profesionalidad ni de ética y un sistema que mira por con un solo ojo el panorama que sufren muchos niños y niñas a los que, como sociedad, les estamos fallando.
Lo mismo ocurre con el concepto de violencia vicaria, que parece haber sido adoptado como una de las formas de violencia de género cuando la realidad es que debería dar igual si el autor es el padre o la madre, porque el medio para causarle un enorme e insoportable dolor al otro progenitor es el propio hijo que, en manos de un progenitor perverso, es utilizado como instrumento para dañar. En estos casos las víctimas son dos: el hijo, de manera directa; y el progenitor, de manera indirecta.
Cuando uno piensa en la finalidad de las normas, no es fácil de entender el trato desigual a situaciones parejas cuando hablamos de proteger a los menores.
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Cuando tienes un hijo, tu vida es suya; suya para siempre. Cuando tienes padres ancianos, se invierte la cuestión, tu vida deja de ser tuya para ser suya; suya para siempre mientras vivan. En definitiva, aprender a cuidar y desaprender lo aprendido.
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Mi obsesión de este verano son
los berberechos y el Bitter-Kas, muy frío y con dos hielos. Una obsesión
sencilla, sin pretensiones, que no hace daño a nadie más que a mi bolsillo,
porque, al final, a los buenos berberechos poco les
falta para cotizar en bolsa.
¿Qué habrá sido de “El punto”? La Roig se ríe desde la tumba y casi la oigo mascullar: “Nena, los puntos se los
traga un agujero negro y te los regurgita cuando le da la gana”.