martes, 25 de noviembre de 2025

Diario 3.0

 


El día que se inventó el WhatsApp la humanidad aceleró su carrera hacia la nada ampulosa y estúpida. No todo se puede decir por un aplicativo, o sí, ya no sé. Ahora las malas noticias pueden escribirse desde donde sea y, de la misma manera, recibirse mientras estás sentado en la taza del WC. Con las buenas puede pasar lo mismo pero, por lo general, para las buenas nuevas, la gente prefiere levantar el teléfono o citarte y de esa manera alegrarse doblemente. Mantengo una extraña relación con la aplicación en la que tengo bloqueada a casi toda la agenda, aplicando un explícito “contigo no bicho”, sin importar el género del titular del número bloqueado. Y vivo bien, sin sobresaltos, sobre todo cuando voy al baño.


*** 

Me peleo con el cajero automático. He iniciado el proceso tres veces. Pido seleccionar billetes porque tengo que sacar treinta euros. No quiero cincuenta, pero la máquina está empeñada en que tengo que vaciar la cuenta más de lo que yo quiero y solo me ofrece billetes grandes. Reinicio la operación de nuevo, mientras insulto al aparato. Le llamo cerdo capitalista, destructor de economías modestas y, de nuevo, parece el mensaje de marras. La disponibilidad solo es de billetes de cincuenta. Al final, opto por ir contra mi propia necesidad y arranco el billete con tanta fuerza que estoy a punto de quedarme con la mitad en la mano y la otra entre los diente del expendedor. La maldita máquina quiere joderme bien el día. 

 ***

Un día te levantas. Todo normal, y como el que no quiere la cosa, te enamoras. Y ese estado, anómalo y trastornado, te penetra como una bala hasta lo más profundo de la cabeza y se instala allí para hacer de las suyas. Y, de golpe y porrazo, la vida se pone patas arriba, pero te da igual porque tienes la hormona loca, y nada es importante, salvo esa locura en la que andas flotando, porque la luz es otra, y todo queda cubierto por la pátina viscosa que deja el enamoramiento sobre todo lo que toca. Y te da igual, los cuarenta, los cincuenta, los sesenta, porque la chispa, que solo alimentas tú, te saca de tu insignificancia mientras sabes que, en realidad, la estás cagando. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario