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domingo, 12 de julio de 2015

DIARIO 2.0



«Lia lo abrazaba con una palabra, una mirada. Le había abierto el cielo gris,  
la luz se derramaba.  Siempre nos salva un accidente. 
Una persona  a quien jamás hemos visto.»
James Salter



«Tiene un mensaje nuevo». Borro, sin escucharlo, nada más ver su remitente. El pasado tiene nombre antiguo y marida mal con los domingos de café y croissant.

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Moda entre las modas, tatuajes absurdos convertidos en condenas anticipadas que muchos arrastrarán de por vida, maldiciendo el momento en que decidieron convertir su cuerpo en un collage que en verano se airea, con algo de vergüenza, para mayor gloria de las clínicas láser que en septiembre harán su verano a costa de achicharrar el momento esclavo que tuvo más de uno y más de dos. La playa es un escenario excepcional.

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Recibo un ingreso en cuenta. Son los euros devueltos del concierto que canceló Melody Gardot hace unos días Mi gozo en un pozo y los números rojo se transforman, gracias a ellos, en paupérrimos a mitad de mes. Podría gritar un hurra, pero sin demasiado apasionamiento. Fue el embrujo de París, seguro.

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Si su sexo es tan bueno como su lengua, alguien debería ponerle un altar, o invitarle a cenar alentado por un final feliz. No cada día se encuentra a alguien que conjugue con tamaña precisión, ni con el aliento dulzón de las promesas pendientes.

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¿Puedes afirmar que desde el punto de vista humano todo transcurre muy deprisa? Desde nuestro punto de vista, que anda un tanto perjudicado, la humanidad es lenta y perezosa. 

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El amor es un ejercicio legítimo de egolatría, aunque no lo parezca, y un subidón para tu contrario. 


miércoles, 1 de julio de 2015

DIARIO 2.0



«La vida es el tiempo que hace. Son las comidas. Los almuerzos en un mantel azul 
a cuadros sobre el cual hay sal vertida. El olor de tabaco. Queso brie, 
manzanas amarillas, cuchillos con mangos de madera.»

James Salter



Europa en boca de todo el mundo y aquel café del que habla Steiner tiembla por las apreturas de una civilización que de civilizada tiene poco. La esencia de la democracia, la esencia de los Derechos Fundamentales todo mezclado con un whisky on the rocks de garrafón con tendencia a generar una colosal resaca colectiva. Harta de la imbecilidad, puede que incluso de la mía propia, me aparto de seguir los debates abiertos en las redes sociales. Mi paciencia, desgastada, no da para más y cierro de portazo, hasta que me lo pida el cuerpo, para ponerme a pasmar por mi mundo menudo, a riesgo de que un cataclismo europeo me envíe a mí y a mis compañeros al guano.

Hoy, mañana. Momento histórico del que salgo corriendo. Sospecho que esta escapada hacía adelante, producto del hartazgo, solo ahondará más en la distancia adoptada respecto de muchas otras cosas. Huyo de la prensa, de la televisión y huyo de los bienaventurados que pontifican sin tener ni idea de nada y que, sin rubor, sientan cátedras tan huecas como el ojo de un tuerto.

Quizá este sea el momento ideal para plantar una sombrilla en mitad de las Islas Feroe (aunque el sol apenas aparezca por ahí), o en la misma Sala de juntas (por aquello del absentismo laboral) deslizarse en una hamaca mullida, rescatar un ejemplar de cualquier novela de Salter y olvidarse de necios y torreznos mientras el hombre o la mujer de tu vida te rasca la espalda, esperando que el mundo explote de pura estupidez.