martes, 10 de noviembre de 2009

LA GENTE QUE ME GUSTA -Mario Benedetti-


(Otra de mis tontas debilidades)

Primero que todo
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace en menos tiempo de lo esperado.
Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.
Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.
Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.
Me gusta la gente que al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente; a éstos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no fallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente que trabaja por resultados. Con gente como esa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

"La insoportable levedad del ser" . Milan Kundera (fragmento)


“…El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero, ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma?. Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro…”

“…”Einmal ist keinmal”. Lo que sólo ocurre una vez, es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto…”

“Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.”

“¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?”

“La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.”

“Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?”

“Este fue el interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el ser), el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y negativos puede parecernos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad? Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo. ¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.”

domingo, 8 de noviembre de 2009

LOS COLORES PRIMARIOS


Coloca sobre la mesa, en una perfecta distribución, tres pinceles, tres botes de acrílico, los colores primarios, un frasco de agua fuerte, dos tiradores y una paleta. La silla, descabalgada, imprime un ligero balanceo a cada inclinación del cuerpo que se ocasiona para ordenar los elementos esenciales de la pintura perfecta, de una existencia impecable.
Al frente, un caballete convertido en soporte vital que sostiene una vana existencia.
Empezará esbozando una línea central, una división a dos. A un lado, debe centrarse lo esencial, lo natural: el magenta, el cian, el cadmio, y nada más. En el costado vecino, la fusión de todo lo anterior, la imperfección reflejada en una combinación imperecedera: el blanco. La definición perfecta de la vida vivida.
Tres trazos, tres colores, tres verdades absolutas: nacer, amar y morir. Todo en estado puro situado a un costado de la tela. El cadmio: el nacimiento, el magenta: el amor, el cian: el fin eterno. Y a partir de ahí, de la combinación de esta paleta, todo lo demás. Pura mistificación de verdades absolutas con el fin de dar cabida a las mediocridades que creamos y discurren por el camino que nos lleva a través de las tres verdades, en un orden preestablecido e inalterable, como todo lo incondicional.
Hoy, sólo dos trazos plasmados, nada más, cadmio cadencioso y magenta majestuoso. El mundo se ha vaciado de mediocridades, no caben en su tapiz. Dos verdades alcanzadas, mil mediocridades combinadas que no van a formar parte de ese primer bosquejo por voluntad del que ha decidido rehacer la pintura de su vida.
Si el fin, como tercera verdad absoluta, está cerca, deberá ser otro quien ponga el trazo azul cian, quien finalice la inacabada estampa que ahora queda fijada por siempre más en la entretela que conforma su vida. No hay espacio para la mediocridad. No hay espacio para nada. Sólo para dos de las verdades absolutas que son las únicas irremplazables hoy por hoy.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

LAS MALDITAS PARTIDAS DE AJEDREZ

 A veces la sensación de fracaso es tan brutal que hace que te replantees tu posición en el tablero. Quizás debes dejar de jugar, abandonar la partida porque olvidaste que las reglas del juego no sirven para nada. Ni el alfil, ni los peones, ni las torres, ni la tan ansiada Reina, están a salvo del manotazo del que pase cerca y decida que la partida ha terminado. Así, porque no le gusta el color de las figuras, la posición que ocupan o simplemente porque cree que ha llegado la hora de acabar con el juego.Uno nunca está preparado para ver, oír, ni sentir determinadas cosas. Hoy, era un día normal, como cualquier otro. Un día de carreras, lo habitual. Nada que fuera inesperado. Sin embargo una llamada y, de golpe, todo se ha oscurecido y he tenido la sensación de que el corazón se me paraba. Miro alrededor y todo parece funcionar a cámara lenta, intento articular una palabra y no hay voz, se ha quedado clavada en mi interior, en alguna parte de la que no quiere salir. Sigo con la vista nublada y mi buen compañero, el que tantas fatiguitas pasa conmigo desde tiempos inmemoriales, decide acompañarme para evitar que antes de llegar al hospital, tenga un accidente y sea yo la que acabe en una cama.
Estamos en la UCI, huele a desinfectante. No nos dejan pasar. Sólo dos personas pueden estar allí. El olor a hospital me pone enferma. Se me acrecienta el mareo y la sensación de vértigo. Vuelvo a ver el mundo a cámara lenta. Recuerdo este pasillo, la última vez que estuve allí estaba a punto de enterrar a mi padre. Hoy me traen otros motivos. Sale Carmen, viste una bata verde y me pide que pase. Creo tener los pies anclados en el suelo, moverlos es mover una tonelada de angustia y de sentimientos de culpabilidad, remordimientos y mala consciencia. Cruzar la puerta que me separa de Isabel me va a costar un mundo y un camino sin retorno. Se me desenfoca la vista, no veo nada. Necesito parpadear insistentemente. Ahora veo una cama, un bulto y un montón de tubos y cables. No voy a poder controlarme, empiezo a notar que se me humedecen los ojos, tengo la vista totalmente nublada y soy incapaz de reconocer a Isabel. Me acerco, intentado no hacer ruido (quizás así logre no despertar a los monstruos que empiezan a crecer en mi interior), los labios reventados, una ceja totalmente partida, una mejilla tapada por un apósito impresionante, la nariz rota y un bulto donde antes había un ojo. Carmen levanta la sábana, y no puedo evitar que las lágrimas vayan por libre, no puedo controlarlas pese al enorme esfuerzo que estoy haciendo. Las piernas irreconocibles, dos cosas, todas llenas de cortes, llenas de golpes
¿Qué ha pasado?. Muy simple, él se presentó en casa de Isabel, como siempre había dicho que haría, la esperó en el rellano de su piso a que volviera de trabajar. Le pegó, la vejó, le golpeó la cabeza contra la pared y la tiró por la escalera. Isabel tiene dos vertebras rotas, una cara destrozada, unas piernas que no la sostienen ni la sostendrán, la consciencia perdida y un procedimiento judicial que no sirvió para una puta mierda.Hoy me siento peor que nunca.

VIVIR AL LÍMITE




Vivimos al límite, caminando por las finas líneas que alguien trazó sin que nos diéramos cuenta, que nos asignaron desde el inicio de los tiempos. No tendremos demasiada escapatoria. El camino esencial está trazado. Pocas cosas podremos hacer para modificar nada. Romper las líneas trazadas, un imposible. Salirse del camino una osadía que pagaremos extraordinariamente cara. Sólo encontramos seguridad si nos limitamos a colocar un pie delante del otro sobre ese trazo que no vemos pero que intuimos a cada paso que damos. Somos animales de costumbres y es tan fácil acostumbrarse a todo, que nos acostumbramos incluso a lo peor.