domingo, 24 de enero de 2016

IDIOCIA

A veces, el silencio es la peor mentira.
Miguel de Unamuno



Acarrear a cuestas con el sentido trágico de la vida no es cosa de depresivos, ni de pesimistas mal ventilados, sino la consecuencia lógica de vivir con los pies sobre el suelo, haciéndolo sin mayor dramatismo, sin un querer cortarse las venas a cada minuto que pasa, y sin, desde luego, desmerecer lo de esplendido que tiene el hecho de vivir, pero alejándose de los optimismos desmesurados de los que prefieren hacerlo bajo la patente de corso de la ignorancia y la sinrazón, viviendo de espaldas a la realidad, que es la que es. Porque, sin incurrir en emociones desgarradoras, las circunstancias están para pocas bromas y aunque las intentemos disfrazar de futuros prometedores, no hay que olvidar que el mañana es algo que no existe hasta que se llega a él, si es que se llega. Vivir de cara a la realidad nos permite, saber de la maldad humana, pero reconocernos también como seres capaces de amar la belleza, de dar vida y de recibirla, de vivir al amparo de la mediana felicidad que cada día, segundo a segundo, hay que labrarse. No cabe parapetarse detrás de las bondades humanas que no siempre existen, ni de las maldades infinitas. Vivir con la consciencia de la realidad, alejándose lo máximo posible de algunas posturas que solo ofrecen una perspectiva torcida de la existencia. El correr de los años enseña algunas cosas, como tomarse la vida con cierta filosofía, parda si se quiere, pero filosofía al fin y al cabo, que permite huir con cierta consistencia de algunos extremismos vitales y resguardarnos bajo el paraguas del confort que da el saberse ajeno a ciertas idiocias colectiva que, de vez en cuando, ataca por todos los lados.



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