martes, 28 de noviembre de 2017

JULIA


Cuando la vida la emprende a golpes contigo, 
te dices que es así la vida.
Susan Sontag




A veces algo te sobresalta pero no sabes qué es. No es un ruido, ni una imagen que parece diluirse por las paredes mientras buscas entre la penumbra del pasillo vacío. Es solo el silencio. Fijas toda la atención y esperas que cualquier cosa, el ruido del frigorífico mismo, te saque de la inquietud, del miedo en el que has caído sin que nada, absolutamente nada, haya pasado. Y pasan los minutos hasta que consigues que el corazón vuelva a latir con normalidad y te acuerdas de la tía Julia, de cuando llegaba a casa después de trabajar todo el día, muerta de estar tanta horas de pie, y se sentaba en la silla mientras con la vista buscaba una presencia silenciosa que los demás no vimos nunca.

Ayer, de madrugada, me encontré pensando en aquellos silencios extraños, en la presencia que nunca vi pero que estaba por ahí y se llevaba el ruido como una muestra de su existencia. Bebí sin ganas el vaso que me acababa de llenar solo por escucharme. Lancé el vaso contra el suelo, conseguí hacerlo añicos pero para nada que aquel silencio, que lo llenaba todo, desapareciera. Volví a la cama, me senté y pensé en aquello que entonces llegaba a nuestra casa, porque ella lo llamaba, aunque los demás nunca lo vimos. Ahora ha vuelto para presentarse en la mía. Se pasea por las habitaciones y se acomoda por los rincones más tibios, esperando quién sabe qué, como si el tiempo ya no fuera importante. Y cada día se queda un poco más, sin que pase nada, absolutamente nada.






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