Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ninguna novedad para él. Emma se parecía a las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje.
Madame Bovary -Gustave Flaubert-
Hace un par de semanas al abrir
la ventana del dormitorio escuché los gorgoritos de unos
pájaros. Pensé que por fin estaba llegando la primavera. Y mientras me
entretenía, no sin cierta sorpresa, con algo tan sencillo como el canto de unos pájaros,
vino a mi cabeza el libro de Rachel Carson “El sentido del asombro”.
Con los años vamos perdiendo
cosas por el camino y una de ellas es, precisamente, la capacidad de asombrarnos
y, de rebote y sin darnos cuenta, la de encantarnos con las cosas sencillas.
Dice Carson que para mantener vivo en un niño su innato sentido del asombro, se
necesita la compañía de un adulto con quien poder compartirlo. Con toda
seguridad eso sea así. Pero el asombro es como la luz de una candela que se va
consumiendo a medida que pasa el tiempo y vamos dejando por el camino algo más
que restos de piel y sentido. Perdemos, sin apenas darnos cuenta, la capacidad
de ensimismarnos y entretenernos en lo menudo y encontrar, a partir de ello,
algún sentido a lo que nos rodea. Me pregunto si para recuperar esa capacidad quizá no debiéramos actuar de modo inverso al que dice Carson, y que nosotros, como adultos un
tanto desengañados y perplejos, hacernos acompañar de unos cuantos críos que, con su asombro y
desparpajo, nos contagien la vitalidad y la expectación que les genera la
existencia del mundo que existe ahí afuera y que a nosotros se nos estrechó por
las costuras, casi sin darnos cuenta. Pero esta teoría, que carece de todo fundamento, no es más que la consecuencia de asomarse a la ventana un día cualquiera.
El asombrarse es el octavo sentido, y lo perdemos cuando envejecemos. Ahora hay gente que lo ha perdido a los 20 años, es una pena. Un abrazo, siempre es grato venir por aquí.
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