Podría escribir mi parecer sobre
la Sentencia de “La Manada”. Algo sé de Derecho, la he leído, pero no he tenido
acceso al expediente judicial de manera que mi opinión estaría basada en gran medida en una apreciación muy personal sobre un texto pero no sobre el contenido del procedimiento. Pero sobre ella ya se han dicho muchas cosas, casi todas
por personas que no han leído ni un solo renglón y que desconocen el contenido del Código Penal y el sistema de
garantías que tenemos. Pero no es mi cometido comentar resoluciones judiciales por muy buenas o por muy malas
que me puedan parecen a bote pronto, y con la poca información que menudo tenemos de los casos que los medios de
comunicación encumbran. Solo sé que la Sentencia, tan denostada por algunos
sectores, hace algunas cosas que, a tenor de lo que se lee y escucha por ahí, parece
que no haga. Primero, la Sentencia condena a los autores de los delitos contra la libertad sexual (llamados así porque el bien jurídico que protegen es, precisamente, la libertad sexual. El tan repetido "no es no") a una
pena nada menuda; segundo, el Tribunal cree a pies juntillas a la víctima (nosotros sí te creemos, también muy repetido en la calle) y a
lo largo de toda la resolución así lo recoge. Pero aun así y porque alguien está
pretendiendo que el léxico utilizado por el Código Penal sea el fiel reflejo
del diccionario de la RAE (cuando nada tienen que ver), parece que nada de todo eso vale. Si alguien se parara dos minutos a leer el Código Penal (por cierto
del año 1995) verían de lo que hablo. Los delitos contra la libertad e indemnidad sexual sexual ahí están contemplados (art. 149 en adelante) y cada uno de ellos tiene las penas que tiene y
los Tribunales, una vez determinada la existencia de dichos delitos y las circunstancias que concurren, solo pueden aplicar las penas ahí establecidas. Sin embargo, con motivo del caso de "La Manada" lo regulado no es suficiente, o no es socialmente satisfactorio. ¿Queremos mayores penas? Pues entonces
habrá que legislar sobre ello ¿Queremos tipos penales distintos? Pues lo mismo,
habrá que legislar de otra manera y pedirle a los políticos que pretenden pasar el cedazo de los votos, aprovechando la desgracia, que se pongan a trabajar porque este Código (llamado de la democracia), tiene más de 23 años y margen han tenido más que de sobras para hacerlo si consideraban que socialmente ya no se ajusta a la realidad. Pero la solución, ni a este tema, ni a ningún otro, está en arrasar el Estado de Derecho y colocar a los delincuentes en la plaza del pueblo para que la inquisición ciudadana acabe con ellos sin problema alguno. Sin garantías no somos nada, estamos abocados al abismo por mucho que ahora nos encontremos con hechos que repugnan a cualquier persona mentalmente sana. Pero la turba ciudadana en la que nos han convertido las redes, en las que hasta el más ignorante puede lanzar su soflama
sin que le tiemblen las piernas, aboga por abolir un sistema que, aun
mejorable, es una garantía para todos.
Sin embargo, si bien estas explosiones
contra el Estado de Derecho, al que tan acostumbrados estamos en los últimos
tiempos, pueden ser desconcertantes, no son lo peor. El mal lo estamos generando
por otro lado, en realidad se lo estamos haciendo a las mujeres de hoy y de mañana, cuando empezamos a acusar a los hombres, falsa y tendeciosamente, de ser seres
abyectos, contra los que debemos protegernos en general y en lo particular
también. Hacer creer que las mujeres estamos sobre expuestas a un daño por parte de aquellos que
entre las piernas tienen un arma con la que destrozarnos la vida es una aberración. Los mensajes
del miedo sobre lo terrorífico de los hombre son, a corto plazo, una de las peores
cosas que podemos hacer por nuestras niñas, nuestras adolescentes. Hacerlas
crecer con miedo, como unas víctimas seguras de su entorno, es un gran error. La hipersexualización de la infancia y de la
adolescencia, los mensajes contradictorios y los errores de concepciones
románticas de las relaciones personales son el abono a situaciones más que
repugnantes en las que el Derecho Penal, como ahora se pretende, poco puede
hacer. Algo estamos haciendo muy mal y con la actitud de algunos colectivos aún
se está empeorando más. No necesitamos mujeres miedosas, ni mujeres rencorosas.
Necesitamos una sociedad de personas que se respeten y que, en caso que se
delinca, aplique con eficacia y eficiencia las leyes que por ella misma ha
creado.
Delincuentes son los que lo son (con independencia de su sexo o de su género como ahora tanto gusta decir), y cometen los delitos que recoge nuestro ordenamiento. Y los delitos son los que
son, porque así lo decidimos entre todos mediante los diputados que por mayoría
votan nuestras leyes. El sistema tiene
sus fisuras, por supuesto, y disfunciones que deben ser corregidas. Ayer mismo lo dije en las redes, si la
gente fuera consciente del mal que se está haciendo con la demonización de los
hombres, del miedo e inseguridad que de esa manera se va inoculado en las
niñas, se lo pensarían dos veces.
El Derecho Penal no es preventivo, aunque
algunos hablen de la función desincentivadora de las penas, y tampoco es una
venganza institucionalizada. El Derecho siempre
va un paso por detrás de la sociedad y tiene sus disfunciones, es cierto. Se
debe ir adaptando con modificaciones y jurisprudencia y sus actuaciones pueden
ser revisadas vía recurso. Pero cuestionar algo tan fundamental como el Estado
de Derecho, cambiarlo por el batallón de la turba, es un mal que sólo aboca a
la discrecionalidad y la injusticia. Y hay que ir con cuidado porque
cualquier día, cualquiera puede encontrarse a los pies de los caballos y no
encontrará asideros legales en los que apoyarse porque los habremos quemado por
el camino y entonces, solo entonces, quedará la turba, de dos o de mil, da
igual, para acabar con nosotros, sin olvidar que, por el camino, las mujeres habrán pasado a ser ciudadanas discapacitadas para su propio gobierno y la víctimas de cualquier delito en monigotes en manos de unos cuantos manipuladores.
👍 muy certera
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