miércoles, 4 de abril de 2018

EL TIEMPO


"Dicen que no encajo en este mundo. Francamente, considero esos comentarios un halago. ¿Quién diablos quiere encajar en estos tiempos?”.

Billy Wilder





Nos cruzamos en la calle, parada obligada. Cálculo de una manera rápida si puedo entretenerme, si me vale la pena o no permanecer de pie,pasando frío y escuchando convencionalismos. Y mientras hago todo eso, mantengo la sonrisa del que no tiene nada que decir pero debe cierta cortesía. Sonreír y dejar que el otro hable, que llene el poco tiempo que estás dispuesto a entregarle, porque el tiempo es oro y a ti te interesa muy poco lo que en estos dos minutos de charla casi obligada te puedan llegar a decir. Termina la conversación, si a cuatro frases repetidas hasta la saciedad se le puede llamar así. Son los repetidos: “¡cuánto tiempo!”, “nos hacemos mayores”, “¿aun trabajas en el mismo sitio?”, “a ver si quedamos un día y tomamos un café”. Y así, mientras giro la esquina, dejando atrás aquel encuentro casual, aprieto el paso borrando de la cabeza los dos últimos minutos de mi vida, como si así pudiera recuperarlos y dedicarlos a cualquier otra cosa porque sé que, entre esas francachelas tan simples y vacías, el tiempo se muere sin remedio.





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