domingo, 14 de julio de 2019

COMPARTIENDO COLCHÓN


"Has vencido y me entrego. Pero a partir de ahora tú también estás muerto...muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza".

Edgar Allan Poe. William Wilson





Al despertar, me costó reaccionar, era como si, aunque mi cuerpo hubiera regresado a la habitación, a mi cama pero que parte de mí se hubiera quedado al otro lado y que, desde ahí, me estuviera haciendo señales llamándome para que volviera, diera unos cuantos pasos hacia no sé dónde y regresara a aquel otro mundo en el que me había quedado medio colgada. Me senté, sin saber bien si quien lo hacía era yo misma o la parte que, por algún motivo, se había desprendido y se había quedado en aquel otro sitio en el que creía querer estar sin saber si allí, como aquí, me sentiría fuera de sitio. Al poco, todo desapareció, era yo, con mis años, mi exceso de peso y el aliento turbio del que recién se levanta con el estómago un tanto revuelto. Aquello me pareció raro, no podía recordar nada de lo que había soñado, de lo que me había tenido atrapada en mitad del aquí y el ahora, y un hacia atrás inventado un recuerdo medianamente difuso, por las hormonas y las horas de sueño. Intenté quitarle hierro a la confusión y me encaminé a la ducha, con el pie dolorido y una cojera un tanto patética que el día antes, al acostarme, no tenía. Pensé que tenía que escribir sobre los viajes nocturnos que ahora, más que nunca, volvían a sucederse sin que hubiera motivo para ello. Tendría que espiarme y dejar de embrollarme por la vida que se me desdobla a ratos sí y a ratos también. Como entonces, como ahora mismo.



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