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miércoles, 24 de junio de 2020

VERBENA




«Al mismo tiempo, oyó a su lado la voz de una muchacha que le decía a su amigo: Le conozco, se llama Marsé, es uno bajito, moreno, de pelo rizado, y siempre anda metiendo mano».

Últimas tardes con Teresa. Juan Marsé





Por la mañana vuelvo a salir a la calle. Junto a la cuesta, encuentro una terraza en la que sentarme sin tener que hacer cola. Es algo extraño. En estos días encontrar una mesa vacía es como encontrar una aguja en un pajar. Pero no hay nadie y, aunque puede que no sea una buena señal, me siento y espero a que salga alguien. Poca gente en la calle a esta hora, ni tan solo los que se recogen tarde de la verbena. Nadie arrastrando los pies, ni parejas de chavales cogidos de la cintura apurando los últimos momentos de una noche que ya ha terminado. Entretengo la espera intentando adivinar de qué son los comercios que veo desde mi mesa y que hoy no abrirán porque es festivo, y que puede que mañana tampoco lo hagan porque el virus también ha acabado con ellos.  Nadie aparece para que pueda hacer la comanda, así que me levanto y entro al bar. Está oscuro, en la barra un tipo lee el periódico mientras al fondo, en una cocina minúscula, se ve trasteando a una mujer que me mira de reojo y sigue a lo suyo. Huele a fritanga antigua. Salgo sin pedir nada, se me han pasado las ganas. Camino calle abajo, apartando con el pie los restos de las bombetas de papel y pólvora quemada. Una serpentina se me pega al zapato y arrastro la suela para deshacerme de ella, pero no lo consigo.  El verde de las hojas muertas se mezcla con el rojo del cartón quemado y los vasos de plástico a medio terminar. Hoy no ha pasado el servicio de limpieza municipal. Imagino que dejarlo todo como quedó anoche es una estrategia para levantar el ánimo de la gente que, al salir a la calle, verá los restos de lo que puede haber sido una gran fiesta que, con suerte, habrá conseguido eclipsar por unas horas el temor a lo que se nos viene encima. Pero no es eso, es solo que es fiesta y nadie recogerá nada. Vuelvo a casa caminando, tengo ganas de tomarme un café en un sitio tranquilo, lejos del rumor que empieza a llenar la calle, y lejos del ruido que todos llevamos dentro.


lunes, 12 de septiembre de 2016

LA LLUVIA


Qué poco amamos a los que amamos y 
cómo nos gusta salirnos de madre.

Juan Marsé




Darle vueltas de una manera recurrente a la idea delirante de su existencia, volviendo una y otra vez, en mitad de una espera tan absurda como extraña. Vivir en la necesidad de volver a ella, una y otra vez, porque no hacerlo así sería casi una traición.
El otoño es una estación incierta. Volverán los cuellos altos y, bajo ellos, cualquier brizna de aquella posibilidad que fue engordando a la sombra de la ausencia forzosa, se desvanecerá hasta desaparecer. Entonces quizá llueva y esas cuatro gotas desordenadas, quizá también, alivien la pena.



domingo, 28 de junio de 2015

REPITA: TREINTA Y TRES



<<Había cesado el ruido de las excavadoras y se oían las voces de los obreros despidiéndose entre sí. Desde hacía mucho rato el sol caliente se colaba entre las rendijas de las persianas; eran listones de luz horizontales que encendían el polvo, cada vez más, hasta que de pronto, como por efecto de una chispa, toda la habitación fue un gran incendio rosado y fosforescente.>> 
Juan Marsé



Existen personas que ilusionan lo mismo que hay proyectos que entusiasman. Pero todo eso, la ilusión, el entusiasmo, tiene un recorrido muy corto si después de las primeras andanadas no hay novedad que lo mantenga y nos haga venirnos arriba. Estos días confusos en lo general y, porque no reconocerlo, también en lo particular, intento observar las cosas desde la distancia y no pronunciarme demasiado sobre nada. La información se contamina de manera continuada generando un gran desconcierto. La contradicción entre lo dicho y lo hecho, entre lo prometido y lo ejecutado, entre los hemiciclos y los baños solitarios, no deja de ser muy sorprendente para algunos. Quiero creer que existen ideas y proyectos maravillosos y que algún día, cuando alguien se decida llevarlos a cabo de verdad, lo hará contra viento y marea. Que los valientes ganarán la partida; que lo pusilánimes quedarán arrinconados; y que los que ofrecieron la tierra prometida, entregando estiércol envenenado, quedarán relegados a la nada.

La vida es intensa y febril. Llena de aventuras que se libran, muchas veces, en la duermevela de gente que espera que mañana sea mejor que ayer, aunque al levantarse, al día siguiente, se encuentren que nada fue como esperaban. Aun así, hay cosas, proyectos, personas, por las que cualquiera, sin estar demasiado loco, puede plantearse que si le dicen ven, se vaya dejándolo todo sin guardarse ningún comodín.