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viernes, 25 de octubre de 2019

LAS CALLES SON DE TODOS


España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
Constitución Española





Que la vida iba en serio, lo dijo alguien ya hace mucho tiempo. Que es algo que se puede girar cuando menos te lo esperas, es otra de aquellas cosas que se repiten de boca en boca, sin darle demasiada importancia, hasta que llega el día y te coge desprevenido. Pretender llevar la normalidad de las rutinas como compañera de viaje a veces requiere un esfuerzo titánico, convirtiéndonos en singulares toreros que vamos recortando, como podemos, para seguir adelante, sin que se note demasiado que la cintura ya no puede ceder tanto. 

Disimular que las cosas no están tan mal, que puedes seguir haciendo tu vida sin que el exterior afecte a las componendas que vas tejiendo a diario para enjuagar tanto desastre social, es casi obligado. Por eso, aunque media ciudad arda a manos de los que nos quieren arrancar, no solo la libertad, sino nuestra vida civil, seguimos yendo al cine, a tomar una cerveza cuando la tarde lo permite. Pero la vida social se va reduciendo porque ya no te va bien quedar con cualquiera, porque quieres sentirte en completa libertad para poder expresar tu opinión sin que nadie te tache de nada, sin que nadie te insulte. La enfermedad del nacionalismo lo pudre todo y, cada vez que puede, te enseña la pústula para que no olvides que está ahí y que ya no hay vacuna contra tanta mierda. Pero hay que ser tozudo y no dejar que nadie, en nombre de nada, nos quite lo que aún tenemos, la libertad de seguir pensando como queramos, de poder manifestarnos en defensa de nuestros derechos y nuestras libertades frente a todos, y reivindicar que la democracia no es una palabra vacía de contenido con la que llenar eslóganes publicitarios que enmascara el más vergonzoso de los totalitarismos xenófobos que intentan imponernos. Por eso, hay que recordar cada día que la vida de verdad va en serio, que nadie vale más que nadie y que somos, mal que nos pese, el fruto de las inmensas contradicciones en las que vivimos. 

El domingo, como no puede ser de otra manera, hay que volver a salir a la calle, porque no podemos dejar que aquellos que nos detestan, que han quebrado la convivencia, no han ganado, ni ganaran nunca. Porque las calles no son suyas, las calles son de todos.




sábado, 19 de octubre de 2019

DESPERTAR AL MONSTRUO


Ninguna revolución, independientemente de con cuánta amplitud abra sus puertas a las masas y a los oprimidos —les malheureux, les misérables o les damnés de la terre, como los llamamos en virtud de la grandilocuente retórica de la Revolución Francesa—, se ha iniciado nunca por ellos.

La libertad de ser libres. Hannah Arendt




Hace una semana, antes de que saliera la Sentencia de “El Procés”, me avancé en el pronóstico de que venían tiempos difíciles. Y llegó la resolución y, con ella, álguien levantó el banderín de salida de la violencia extrema que se venía fraguando desde hace muchísimo tiempo. Pero que nadie se lleve a engaño, con Sentencia o sin Sentencia, con condena o con absolución, la llegada de los actos de terror y saboteo que sufrimos, estaba a la vuelta de la esquina. 
Nada de lo que está ocurriendo es casual. Todo obedece a un plan preconcebido y previamente orquestado para proclamar, está vez de una manera firme, la independencia de Cataluña, mediante la utilización del constreñimiento más feroz.  
Desde el lunes, con la caída del sol, la mayor parte de la población catalana vive entre el temor y la rabia. La violencia que desencadenan los nacionalistas más radicales en el centro de las ciudades es difícil de sobrellevar. El nacionalismo es violento por naturaleza y negarlo es de una ingenuidad peligrosa. Existen personas que, haciendo gala de una enorme candidez, creen que la violencia no es consustancial al independentismo catalán y, sin tener prueba alguna de lo contrario, manifiestan su respeto por los que cada tarde se manifiestan, sonrisa en ristre por las calles de nuestras ciudades. Les creen pacíficos, merecedores del respecto, incluso desde la discrepancia. Y se equivocan, todos esos que salen a la calle, con sus lazos amarillos y sus consignas de una democracia en la que no creen, son los que jalean y muestran una complacencia absoluta con los actos de violencia brutal que se repite cada día con la caída del sol. 
Europa ya ha vivido esta situación  y el resultado siempre ha sido nefasto. Corrían los noventas, los juegos de invierno se habían celebrado en la ciudad de Sarajevo, y ahí, en mitad de Europa,casi sin que nadie se diera cuenta, estalló una guerra en la que no hubo piedad para nadie. Las secuelas aun hoy día existen. 
La violencia que nace de lo irracional es un monstruo que, una vez se le deja correr, es difícil de parar. Y aunque la fractura social en este momento ya es difícil de reparar, aun estamos a tiempo de evitar que todo salte por los aires. El nacionalismo catalán ha jugado siempre al victimismo. 
Ahora, envalentonado desde la calle, arrojando a sus propios hijos a desestabilizar la paz social, empieza a necesitar sus héroes, y ya no les basta con aquellos políticos que han sido condenados,  necesitan ir más allá. Necesitan algún muerto sobre la mesa para seguir con su juego, sucio y corrupto. Porque no hay que olvidar que el avispero nacionalista fue agitado por aquellos que llevaban robando desde los años 70 bajo el mando de la identidad catalana que sin existir se inventó. El 3% es independentista. Vivir a cargo del robo y el expolio ha sido la realidad de los máximos dirigentes secesionistas de esta comunidad. Estos personajes, para proteger su negocio, vendieron a la gente un cuento diferencial, de un contenido xenófobo y clasista, que han inyectado en la sociedad utilizando todos los instrumentos financiados que han tenido a su alcance. Los medios de comunicación, la educación son solo una muestra. El independentismo catalán es una manzana envenenada que reventará llevándoselo todo por delante. Vamos camino de ello y, al parecer, poco importa, estamos en periodo electoral.



miércoles, 30 de septiembre de 2015

CATALUNYA UNA GRANDE Y LIBRE



En política es pot fer tot, menys el ridícul.
Josep Tarradelles

De los nacionalismos nunca ha salido nada bueno. No es necesario relatar ni uno solo de los hechos que se han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad para que la afirmación que ahora realizó quede más que probada. Vivimos momentos convulsos de los que nadie ni nada, al menos aquí, va a salir ileso. La fractura social es un hecho más que constatado. Los nacionalismos jamás se basaron en la razón y discutir con alguien que no razona es absolutamente imposible. Cuando manda el hígado la locura puede estar servida y todo es posible. Es por eso que en estos casos incluso las matemáticas dejan de ser una ciencia exacta para convertirse en la arbitrariedad de que lo mayoritario sea lo minoritario y viceversa; que los procedimientos normales se convierten en extraordinarios y contravenir la legalidad una forma de hacer política. La victimización como sistema es también una de las artimañas nacionalistas que con mejor empeño utilizan los afectos a tal ideología. Hace algún tiempo que se acuñó la idea de que Catalunya era un oasis ahora, sin lugar a duda, podemos decir que Catalunya es una auténtico manicomio, en el que la mayoría de la ciudadanía se ve obligada a guardar silencio frente a una minoría (importante, sí) que vocifera e  intentar impone su voluntad por cojones pete a quien pete. Ya veremos cómo termina todo este sainete en el que no hay más salida que sentarse a hablar sin ningunear a ningún interlocutor porque, de no ser así, esto puede terminar como el rosario de la aurora.