Cuelo el café con un calcetín de media. Maquillo mis ojos, sin un espejo que me guíe, con los restos de un lápiz de kohl que me llevé de una casa de mujeres en Bangladesh. Puede que te parezca repugnante, pero no lo es, la necesidad del que necesita nunca lo es.
Te estrellaste contra el suelo y no volviste a comenzar.
Miro por la ventana, no tengo prisa. El único resquicio
que deja el cemento que me rodea, me regala la mejor estampa del día, una bandada de gansos cruzando el cielo, puede que ni siquiera lo sean. No es nada original, lo leí y lo vi imaginando la isla de Manhattan sepultada bajo
el peso de una colcha.
Tienen la panza gris, como los restos de kohl
que manchan mis dedos, como el hielo que ahoga el café, como los
días de este otoño que no acaba de llegar.
A veces la vida tiene también la panza gris, cruza el cielo, y se difumina.
ResponderEliminarGran texto. Un abrazo.
Sí, muchas veces tiene esas cosas. Muchas gracias. Bss
ResponderEliminarJo, muy bonito. Hacía tiempo que no pinchaba y no me lo perdono.
ResponderEliminarNo volverá a pasar.
Jo, muy bonito. Hacía tiempo que no pinchaba y no me lo perdono.
ResponderEliminarNo volverá a pasar.
:)
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