Aléjate de aquellos que intentan menospreciar tus ambiciones.
Gente pequeña siempre lo hace, pero los verdaderamente magníficos
te hacen sentir que, tú también, puedes ser magnífico.
Los
sucesos increíbles, como que un oso polar te ataque mientras contemplas un
eclipse solar, son historias que aparecen en los periódicos que sirven de
relleno entre noticias de calado, como dirían algunos, y que desatascan de la
indigestión que nos provocan los huesos rancios con los que nos alimentan los informativos.
Pero algunas de esas cosas asombrosas que nos amenizan la vida y nos provocan
una solemne carcajada o el más triste de los sollozos, jamás aparecerán en ningún sitio importante,
porque no interesan a nadie más que los cuatro o cinco, como mucho seis, que
nos guardan un afecto verdadero.
Es
por eso mismo que posiblemente a nadie interese que, hace apenas una semana, un tipo entrado en la cuarentena, después de
un esfuerzo titánico, consiguiera cruzar la meta de la maratón que el domingo
pasado recorrió Barcelona. Y a pocos importa que el combustible con el que se
manejaba fuera el saber que su hijo de dos años y medio le esperaba a unos
cuantos metros ante de la llegada para cruzar juntos la meta. A casi nadie
importa que hiciera meses que el trabajo no le dejara tiempo para entrenar, ni
que una lesión muscular de última hora le obligara a guardar en la recámara un
móvil y una tarjeta de metro para poder volver a casa si la cosa se ponía fea. Pero
terminó, no sin una cierta dosis de agonía, los poco más de cuarenta y dos kilómetros
de la maratón, cruzó la línea de llegada de la mano de su hijo y pudo escuchar
los gritos de aliento de su compañera, de sus amigos, de los pocos que al final
siempre están ahí cuando uno los precisa.
Hay historias que no dejan de ser historietas que en realidad son las
que mueven el mundo. Da igual que las pueblen osos polares, o tipos que se van
oxidando porque las obligaciones mandan, o compañeras que odiando las prisas
disfrutan viendo a su chico correr como alma que lleva el diablo. Son las
historias del día a día las que al final importan. Puede que por eso las
grandes alegrías, pero sobre todo las decepciones que siente el ser humano en lo
particular, jamás provengan de hechos relevantes para el avance de la
humanidad, sino que procedan de lo cotidiano, de nuestros afectos, de las
relaciones personales que cada uno mantenemos como podemos, en definitiva, del
oso polar imaginario que vive en nuestra cabeza y amenaza con comernos mientras
contemplamos la vida que intentamos vivir y que nunca saldrá en los noticiarios.
Tu y CHico Buarque me hablais a veces de las mismas cosas que yo vivo y sufro, pero de otro modo
ResponderEliminarhttps://youtu.be/CnQrmmWnxLQ
Al final a todos nos ocurren las mismas cosas. Una vez alguien me puso por escrito que no me considerara nada especial, a fin de cuentas lo que me ocurría y me empeñaba en contar era la mar de vulgar.
EliminarTentou contra a existência
ResponderEliminarNum humilde barracão.
Joana de tal, por causa de um tal João.
Depois de medicada,
Retirou-se pro seu lar.
Aí a notícia carece de exatidão,
O lar não mais existe
Ninguém volta ao que acabou
Joana é mais uma mulata triste que errou.
Errou na dose
Errou no amor
Joana errou de joão
Ninguém notou
Ninguém morou na dor que era o seu mal
A dor da gente não sai no jornal.
eso de la soledad del corredor de fondo, no sé si existe
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