«La mayor parte de la gente, una vez que alcanza determinada edad, se enfrenta día tras día
con la idea de plenitud y se aferra a todas las cosas que una vez formaron parte de ellos,
como un modo de mantener la ilusión de que están plenamente presentes en la vida.»
Richard Ford
Querida Grace:
He recibido tu carta, y aunque me dices que estás en Marte,
sé que en realidad estás en el centro de Venus. Que estás a punto de arrancarte los
cabellos, de devorarte las uñas y de hacer un ofrecimiento a los dioses para
que el irremediable dolor que te produjo su marcha ceda un poco. Pero como te
empeñas en hablar de Gaza, sin entrar en los pormenores de la última estampida
de John, te diré que los peores muros no son siempre los de piedra, aunque esos
te conviertan la vida en recorrido de muy pocos kilómetros. Piénsalo bien,
Grace ¿Cuántas veces vas más allá de Bakery Place? ¿Cuántas veces en tu vida
has cruzado al otro lado del Hudson? Puedes hacerlo, nada te lo impide y en eso
consiste tu libertad, en saber que en cualquier momento puedes coger el ferry y
sentarte en el Café de Emma, tomarte un chocolate hirviendo y escuchar las
sirenas de los barcos que van y vienen. Esa es la verdadera diferencia en lo
fundamental.
Me preguntas sobre la posibilidad de que apartemos el papel
y continuemos esta relación epistolar por medios más modernos. A estas alturas, la
pregunta no me sorprende, como tampoco debería sorprenderte a ti la
respuesta. Cada una de las palabras que
trazo sobre el papel ha sido escogida para ti y me gusta pensar que cuando
camino buscando un buzón, a veces el más lejano que soy capaz de encontrar en
este barrio, es un esfuerzo que personaliza más, si cabe, las cosas que te cuento. ¿Acaso no te parece maravillosa la dedicación que cada uno de
nosotros pone para mantenernos en contacto? ¿Qué gracia tendría sentarme ante
el ordenador, improvisar dos frases y lanzarlas sin ninguna energía más que la
de pulsar un frío botón? No es la primera vez que, a medio camino, giro sobre
mis pies para añadir cualquier cosa que creo que te puede interesar. Ahí está la
gracia, podemos madurar lo que guardamos en el bolsillo antes de mandarlo a
miles de kilómetros. Me aterra la inmediatez, la banalización de las relaciones y que el tiempo pase demasiado deprisa.
Me hago viejo y tú eres demasiado joven aún. Mañana salgo de
viaje. Puede que sea divertido aunque nadie lo diría por lo mucho que refunfuña mi amada Helen mientras prepara las maletas. Sí, soy un anciano acomodaticio que se
emplea poco en lo doméstico y demasiado en buscar las frases hechas que
satisfagan a unos y a otros. El mundo se va a la mierda desde el inicio de los tiempos, Grace, pero mientras
existan personas como tú, a salvo de locos como yo, dispuestas a levantarse
cada día y a continuar viviendo, aunque nunca crucen el Atlántico en busca de
falsas promesas que corren por el aire como una fuerte tensión nerviosa, aun habrá esperanza.
Querida Grace. Mañana yo salgo de viaje y tú deberías pensar en
plantar aquellos bulbos de los que me hablaste en febrero. El buen tiempo
llegará pronto y todo reverdecerá de nuevo, porque la vida siempre es así,
aunque ahora sólo tengas tiempo para morderte las uñas y cuidar de los niños. El
buen tiempo llega siempre, aunque a veces se retrase un poco. Eso es lo que debes
recordar. No guardes otra cosa en la memoria, no sirve para nada.
Un abrazo.
John
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