«(...) Pero ¿Qué te ocurre? Sabía perfectamente lo que le ocurría. El amor.»
Siri Hustvedt
Me despierto con un nudo en el
estómago que al principio identifico con hambre. Descalza, y con la casa en
silencio, me acerco hasta la cocina y me como la última galleta de Pol. Anoto
en la lista de la compra: zumo de piña y galletas dinosaurio. El nudo no
desparece, aunque no ha quedado ni una miga. Me entran ganas de llorar, o de
gritar, o de llorar y gritar todo a la vez. Maldigo el día en que le conocí,
el día que llegó a casa diciendo que me quería pero de otra manera, el día que
empezó a follarme porque había dejado de hacerme el amor. Maldigo, en
definitiva, el día que nació...Pero sé que no es verdad, o que no lo es del todo.
Pienso en Pol, lo mejor que toda esta
historia me ha dado, y pienso en su nariz diminuta, en los brazos de boxeador
enano que abraza haciendo tanta fuerza que contrae las mandíbulas dibujando un
gesto gracioso y tierno, en su todavía olor a leche dulzona. Maldigo el
puñetero momento en que firmé que la vida se detenía por semanas, aun sabiendo
que eso es lo que tenía que hacer.
Pongo la radio con el volumen tan bajo que la voz del locutor apenas
llega como un susurro. Es la costumbre, porque esta semana no se despertará
nadie. Y maldigo la República Checa, las rubias naturales y el Mobile World
Congress.
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