jueves, 8 de octubre de 2015

UN MUNDO IDEAL



Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.
Voltaire


En el mundo ideal de la política, la gente se aglutina alrededor de unas ideas que intenta llevar a cabo mediante un programa que presenta al resto de ciudadanos para que éstos lo conozcan, y decidan voluntariamente sumarse o no a dicho proyecto. En el mundo ideal de la democracia las reglas del juego se determinan previamente y, gusten o no, se asumen, porque en ese mundo ideal ya se prevén los mecanismos para modificar aquello que deba modificarse, sea porque no guste, sea porque ha dejado de ser útil. En ese mundo ideal todos juegan con las mismas normas y no se guardan ni una sola carta bajo la manga. En el mundo ideal de la política democrática, la sociedad decide que sea la mayoría la que determine bajo qué normas y programas se va a gobernar. En un mundo ideal, pese a la negociación, los que ganan mantienen en esencia aquello que prometieron y para lo que fueron escogidos, sin olvidar a los que quedaron en minoría, porque en un mundo ideal los políticos mantienen la honestidad, la integridad y una verdadera vocación de servicio para sus ciudadanos. Por eso, en el mundo ideal de la política, los que gobiernan se preocupan de las cuestiones que realmente les preocupan a los que les votaron pero también al resto de gente de la calle que no lo hicieron porque no olvidan que también gobiernan para todos aquellos otros que se decidieron por otras opciones, pero que no están muertos. Por eso, en el mundo ideal de la política, algunas cuestiones se dejan para hacer tertulias de salón si esos temas no solventan las necesidades de la gente. Pero en el mundo real de la política, el sistema democrático no existe más allá del papel, por eso cuando unos cuantos llegan arriba no tienen remordimiento alguno por aparcarlo todo, olvidarse de la gente y arrimarse al sol que mejor les cobija. Una desgracia para el mundo político y democrático real, que casi siempre se queda en papel mojado y el ciudadano a verlas venir.



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