Una de las cosas más afortunadas que te pueden suceder
en la vida es tener una infancia feliz.
Agatha Christie
Me encontré a Carlos
sentado en el sofá. Se abrazaba las rodillas y unos lagrimones se deslizaban mejilla abajo. Dejé el bolso en el suelo, me agache a su altura y
tras levantarle la cara que miraba al suelo como si ahí, entre las baldosas
pobladas de migas de pan y chocolate, se encontrara todo el pesar del mundo,
empezó a balbucear, sin poder aguantar el llanto, que Florita había muerto.
Florita es la tortuga de la clase de “los pulpitos”, una mascota que va de mano
en mano cada fin de semana. Este último fue el de su final. El lunes no había
vuelto a clase y una pequeña charla de la maestra puso punto y final a la
existencia de aquel animal que ha durado lo que dura un suspiro, apenas las dos
primeras semanas del curso. Carlos cree que existe un más allá donde van a
parar todas las cosas que desaparecen de este mundo. Una especie de tierra paralela
en la que además de un hermano al que no llegó a conocer, habita el hámster de su
prima Sara, los peces de colores que flotan en el estanque del parque cuando
llega la primavera y el alma de su muñeco que destripó en una rabieta y que aún
hoy pena. Pero nadie puede cruzar la
frontera del aquí y el allí sin que se le pueda decir adiós, o eso cree él. Por
eso, después de quitarme los zapatos, lavarle
la cara un poco, preparamos la despedida de la tortuga con la ausencia del
cuerpo de la pobre Florita, que mucho me temo acabó por en el inodoro de la
familia que debía cuidarla el fin de semana. Un dibujo de una tortuga que bien
podría ser cualquier cosa, un caramelo un poco mostoso que rescata de la
cartera como alimento para el más allá, y unas palabras elegidas cuidadosamente
para desearle a Florita que traspase al otro lado sin miedo y con alegría,
acaban enterradas en la maceta del patio. Después, con la serenidad que dan las
cosas que se hacen como se deben, me llevo a Carlitos al sofá, nos tumbamos con
los pies sobre la colcha y miramos las musarañas mientras su padre trastea en
la cocina preparando la cena. La vida, a veces, tiene cosas muy importantes
aunque los mayores no sepamos verlo.
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