A medida que pasa nos hace sentir cada objeto
en el espacio de su propia sombra.
Me gustaría poder llevar esta claridad.
Anne Carson
Algo ha pasado con el tiempo que
parece haberse detenido. Miro
el reloj y las saetas, desde hace una eternidad, marcan lo mismo. He entrado en un bucle que me mantiene despierto y algo perdido. Mañana no me
tendré en pie. En nada aparecerán los fantasmas, tu fantasma, y tendré que esconder el teléfono, guardarlo bajo llave. Creo que he escrito unas doscientas veces que no volveré a
llamarte. Pueden parecer muchas pero son bastantes menos de las que en realidad
he querido hacerlo. Pensándolo bien, me estoy convirtiendo en un acosador silencioso
y en la distancia, en un tipo desesperado
que necesita escuchar tu voz para saber que sigues viva. Pero yo ya no puedo con tanta batalla. Así que doy vueltas en
la cama y te imagino en casa, tu casa ya, dando vueltas a la cama también, pero
dormida. Me
levanto para dar unas vueltas por la habitación, seis pasos largos de punta a
punta y poco más. He dejado de fumar. La poesía del desvelo se fue cuando
prescindí de la nicotina por prescripción médica y ahora cuento pasos para no pensar. No queda poesía, ni el aliento
de tu respiración dormida. Voy a la
cocina y lleno un vaso de agua con el que riego los restos de un macetero en el
que plantaste unas matas de tomillo y algo de romero. Me resisto a deshacerme
de ellas aunque ahora solo sean cuatro hierbas secas. Y es que no sé lo que
tiene el tiempo que todo lo mata, que me deja despierto pensando en lo grande que se vuelve la cama cuando las horas no avanzan.
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