Decirlo una vez más, escribirlo una vez más. La salud es un delicado equilibrio de deflagraciones. La cabeza que suena, los ojos que duelen, los oídos que pitan, la garganta que escuece, el vientre que sufre...
-Mortal y rosa- Francisco Umbral
Casi todos los días son iguales,
uno tras otro hacemos las mismas cosas, pisamos los mismos lugares, tomamos los
mismos cafés e incluso nos mofamos de las mismas noticias que se repiten sin
que apenas cambien. La vida se menudea en una monotonía que no solo no sorprende
sino que, cuando uno rebusca entre el tiempo que tuvo y el poco que le queda,
da un vértigo que es difícil de parar. Y en mitad de esta repetición continuada
de tiempos, que vinieron para quedarse, buscamos momentos de efímera diferencia
que transformen en extraordinario lo que con el paso de los días se ha vuelto
corriente y a veces fastidioso. Y en esa búsqueda, trampa mortal casi siempre,
se nos complica la vida para terminar en el mismo sitio del que partimos pero
con el interior maltrecho como el cuerpo de un adolescente después de una tarde
de borrachera. Nadie está a salvo de tanta estupidez, ni de la transitoria
locura de la carne ni del pensamiento difuso.