Nuestro diálogo no era exáctamente una conversación. Ejecutado a un alto nivel de velocidad y ruido, consistía en una serie de confrontaciones a cámara rápida.
-Apegos feroces- Vivian Gornick
Regreso de Madrid con menos ganas
de lo que es habitual. Un último paseo por el Retiro, antes de correr hacia
Atocha, me ha sentado más que bien. Es la ilusión de respirar un aire menos
contaminado y agresivo de lo que últimamente respiramos junto al Mediterráneo
de Serrat. A los efectos prácticos he perdido el tiempo, no he completado ni
una sola de las gestiones que me llevaron hasta allí y, sin embargo, mientras
el tren me aleja de la ciudad pienso en lo animada que estaba, en lo espléndida
que es, y en lo mucho que nos despistamos los que
venimos de fuera. Vivir en el conflicto agota y, de vez en cuando, tomar distancia
es necesario. En últimos tiempos vivir en Barcelona es morirse un poco cada
día. Escapamos como podemos, aunque sea utilizando excusas, bebiendo medio
litro de vodka o incluso escribiendo simplezas mientras en la acera de
enfrente, teñida de amarillo, vemos a una jauría que intenta arrancarnos la
libertad y la tranquilidad que todos queremos, que todos necesitamos. La gente
sofoca y el final ya lo conocemos, no tiene nada de sorpresa.