"Yo quiero librar el feminismo de las propias feministas. Con lo que me identifico es con el feminismo de antes de la guerra, el de Amelia Earhart, el de Katharine Hepburn, que me produjo un impacto tremendo”, escribió en Feminismo pasado y presente (Turner Minor). “En esos tiempos había mujeres que tenían independencia, que tenían confianza en sí mismas y que eran responsables de sus actos, sin culpar a los demás de sus problemas”.
Camille Paglia
Que el populismo ya está
aquí para envenenarlo todo, es una
realidad que ya no escapa a nadie salvo, tal vez, a los que viven dentro de él,
para y por él, y quieren hacernos creer que su ideología es la que nos
conviene. No comulgar con esta nueva religión, que ha aparecido para protegernos
a todos, te convierte en un apestado social. En nombre de este mal entendido
movimiento la sociedad se tambalea hacía extremos que nos hace mucho más
vulnerables. Todo se retuerce, todo se infantiliza y todo se descalifica para,
desde el desconocimiento y la barbaridad, invadir cualquier esfera pública o privada con
falta de rigor y de responsabilidad.
Estamos viviendo tiempos
de lenguaje perverso, de posturas llamativas que van calando poco a poco en parte de la
sociedad. Ayer vimos, por segunda vez, la bochornosa expulsión de la
manifestación del 8M, de las mujeres que forman parte del único partido
político de España que va a tener, en breve, a la única Presidenta de su organización.
Ayer, las que se dicen oprimidas y víctimas ninguneadas por la sociedad
machista, actuaron del modo que ellas
misma rechazan. En el feminismo, para algunas, no cabe la diversidad y se
convierten en ideólogas de la infinitésima ola. Ayer mismo lo pudimos ver, mujeres excluyendo
a mujeres, que reclaman igualdad y justicia, pero desde las antípodas políticas.
Se vende humo, eslóganes vacíos
como la cuenca de un ciego, que van calando en los colectivos y les borran la
capacidad de análisis y pensamiento. En la aplicación e interpretación del
Derecho ocurre exactamente lo mismo. Gran parte de la ciudadanía olvida que el
15 de junio de 1977 se celebraron elecciones generales a partir de las cuales,
el pasado quedaba atrás, y la vida democrática de este país volvía a caminar. Y
olvida, también, que la Constitución Española es el pilar de nuestra libertad y
seguridad. Los principios de seguridad
jurídica y tutela judicial efectiva; el derecho a la vida, a la integridad
física y mora, a la libertad de expresión se sustentan sobre la decisión de los
ciudadanos que un día creyeron en este país, en su recuperación y en la
voluntad de ser iguales.
Pero estamos dando palos
de ciego. Olvidando que tenemos la gran suerte de vivir en uno de los países más
seguros del mundo, en que los derechos y libertades se respetan y que pueden
ser invocados ante los Tribunales en caso de ser conculcados. Pero todo eso no
vende, queremos pintar de desgracia y de fascismo el panorama que nos rodea. Por
eso es completamente inaceptable el comportamiento de los políticos que una vez
tras otra se empeñan en envilecer, retorcer y mentir sobre lo que pasa en este
país. La desconexión social empieza a ser una enfermedad de difícil cura. Se
actúa de una manera disfuncional y temeraria, fomentándose el enfrentamiento
para en realidad terminar imponiendo el pensamiento único a fuerza de capones. Pero,
pese a toda esta distopía en la que nos ha tocado vivir, tenemos la suerte de
que aun hoy podemos defender la dignidad de la persona, los derechos que
nos son inherentes. Con la pérdida del respeto a los derechos de los demás y a la
Ley entramos en un bucle del que va a ser difícil de salir. La paz social requiere de ser cautelosos y
vigilantes de los que, en nombre de la democracia ya la libertad, pretenden
coartárnosla quebrantando el derecho a
la libertad de expresión (salvo si es la suya) y el derecho a defender
posiciones distintas. Si no conseguimos reconducir la locura simplista en la
que estamos cayendo estamos abocados a fracasar socialmente. Ayer, lamentablemente, unas cuantas mujeres excluyeron a muchas otras por no pensar como
ellas en un gesto obsceno de perversa invocación de la igualdad y la libertad.
El juego sucio del
populismo va avanzando y nosotros, poco a poco, vamos retrocediendo, escuchando
consignas que se disfrazan de progresismo y para convertirnos en mujeres mansas
y sumisas a una ideología que nos considera víctimas y discapacitadas para
decidir por nosotras mismas.
Pero por suerte somos
muchas que creemos que las cosas no se hacen así y no funcionan así. La
igualdad real es un derecho y una necesidad, y es por ella por la que debemos
trabajar, sin necesidad de criminalizar a nadie que no sea un delincuente que
infringe lo dispuesto en el código penal, sin discriminar a quien no piensa
igual, sin pancartas ni gritos de macho violador y sin victimismos de salón. El
humo solo es humo por mucho bombo que se le dé. Por eso no podemos consentir
que en nombre de un populismo ignorante y deslegitimado, se nos considere lo
que no somos. Entretanto, seguiremos al pie del cañón, trabajando mano a mano defendiendo
el derecho a la libertad y la igualdad, mientras otros se empeñan en
doblegarnos a sus oscuros intereses.
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