“Las masas modernas lo soportan todo menos la incomodidad material, física”
Manuel Chaves Nogales
Empieza la semana santa. Sevilla hace un año. Hoy, las cuatro paredes de una casa que a ratos alivia y a ratos enloquece. Desde el salón de casa, veo por la ventana el cimbrear de las ramas del albaricoquero
que rescaté de un jardín muerto. Sobrevive en una maceta enorme convertido en el testigo mudo de mudanzas y desvelos. El día se ha levantado delicioso y eso lo
hace todavía más triste. ¿Quién nos lo iba a decir? Pasan los días y algunos,
ya muertos, han desaparecido como por arte de magia. Ayer estaban aquí y hoy ya no hay cuerpo, ya no hay
nada. El duelo se gira hacia dentro y el
estado de ánimo se balancea de un extremo a otro y nos vuelve taciturnos. No cabe
el consuelo, no caben los ritos. No cabe nada. Pero esta primavera pasará y
volveremos a la calle, por pura necesidad, a enterrar a nuestros muertos en ceremonias
que solo servirán para los vivos, para poder dar un paso adelante y colocarnos,
de nuevo, ante la vida corriente. Esta semana los nazarenos quedan en casa y Dios, si es
que existe, queda barriendo las calles.
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