"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta."
Lolita. Vladimir Nabokov
Pongamos que podemos retroceder en el
tiempo, de colocarnos en un día cualquiera de la vida corriente que por el
motivo que sea ha quedado grabado sin motivo aparente. ¿Podemos fijar sucesos o
momentos intrascendentes que vuelven a la cabeza sin que tengan el menor
sentido? Por poder, podemos. Me coloco a finales de la década pasada, sin
recordar exactamente la fecha, pero sí el momento. Camino deprisa por una
ciudad que no es la mía. En la calzada los coches son multitud y en el embrollo
es difícil descubrir si entre aquel tumulto alguien está cumpliendo con las
normas de circulación. Sigo caminando, un poco con prisa y sin ganas. El
cordón del botín se balancea de un lado y otro y temo caer si no lo vuelvo a atar.
Coloco el pie en un escalón, doblo la espalda y la cartera se vence dejándome en
una postura tan ridícula como incomoda. Escucho mi nombre. Tardo en reaccionar
por la pose, el peso del bolso y la misma torpeza, pero giro el torso como puedo,
en un difícil equilibrio, y no veo a nadie. Pero he reconocido la voz y también
el ligero olor a pimienta negra que siempre le acompañaba. Pero no hay nadie en la acera, ni en la escalinata,
ni siquiera en las ventanas de los bajos. Los coches siguen cruzando de carril a carril esquivándose unos a otros. Me parece extraño y no puedo evitar girarme, cada pocos pasos, como si fuera una broma y de un salto mayúsculo me lo volviera a encontrar de frente. Giro una y otra vez hasta que llego
a la siguiente esquina. Camino despacio con una sensación extraña en el cuerpo.
La estación está cerca. Me pregunto si realmente he escuchado algo, si de
verdad tengo el olfato de un sabueso perturbado y sino será pura sugestión incontrolada.
No hubo nada más. Cogí el
tren, me dormí todo el trayecto y al llegar a casa ya lo había
olvidado. Pero de vez en cuando, algo tan anodino y sin contenido, vuelve y sigo sin entender el mecanismo del
recuerdo y el porqué de la pervivencia de algo tan intrascendente que, aun hoy, sacude por dentro y coloca en ese momento tan banal.
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