"No es que Morir nos duela tanto
Es el Vivir lo que nos duele más.
Pero el Morir es camino distinto
Un algo tras la puerta".
Emily Dickinson
Hace unos años, durante la última gran crisis económica
mundial, los directivos japoneses de las entidades financieras más importantes del país aparecieron en
público pidiendo perdón por la gestión llevada a cabo. En el nuestro, pedir disculpas
por algo, sobre todo cuando se están manejando intereses de terceros, es algo
que no es completamente ajeno. Lo habitual acostumbra a ser ver cómo se echan balones
fuera, se buscan excusas peregrinas y, al final, se tira tierra encima
para que lo mal gestionado quede enterrado y se olvide pronto. No es casual que los que gestionan el interés común hablen de que el dinero público no es de nadie, olvidando que ese dinero sale del bolsillo de los contribuyentes.
Este mediodía he visto parte del
debate del Congreso con motivo de la prórroga del Estado de Alarma. El espectáculo
es de pena, como viene siendo habitual. Los políticos han perdido el respeto a las instituciones y a los propios ciudadanos y es frecuente que olviden que cuando llegan ocupar sus escaños como Diputados ya no defienden solo a sus votantes sino que son los gestores legislativos para un bien común. Pero nadie se lo debe haber dicho. Es cierto que ninguna de la personas que conforman el Congreso
de los Diputados, incluso el propio gobierno, ha gestionado una situación como la que nos encontramos.
No debe ser nada fácil. Pero ni la novedad ni la dificultad, de las que no podemos responsabilizar a nadie, son excusa para su mala gestión. No se puede ocultar la información,
no se puede maquillar datos, no se puede gestionar pensando en los réditos
políticos y no en la salud y las necesidades de los ciudadanos compartan o no su ideología. Escuchando a esa masa de egos enfrentados, el convencimiento de que no se han dado cuenta de
qué va todo estos es cada vez más firme. Los contagios no han terminado y la gente enferma y, en el peor de los casos, se muere. Las circunstancias vividas han sido terribles para muchas personas. Pero mientras todo eso pasa, la economía se va al garete, la libertad se vuelve turbia y la sociedad se agita sin rumbo, alguien cuenta votos en un despacho, intentado
sustraer a la opinión pública la verdadera magnitud y consecuencias de lo que
estamos viviendo. La constatación de la poca vocación de servicio público de la
mayoría de políticos de este país es de una tristeza desoladora. Mienten, manipulan y entretanto juegan con un futuro que
pinta más que negro, aunque se empeñen lanzar mensajes de
Mr. Wonderful.
La ciudadanía se ha quedado desamparada, incluso aquellos a los que las anteojeras
ideológicas no les permiten criticar la falta de transparencia, la mala
gestión, el recorte de libertades y la falta de unas medidas sociales, sanitarias
y económicas que sean de verdad eficaces. Los brindis al sol, en forma de propuestas
para las que no hay medios, y el maquillaje de la realidad, son un insulto a las personas que cada día tienen que reinventarse para sobrellevar la "nueva normalidad".
Nadie
pedirá perdón, ni por esta crisis ni por la que vendrán. Por el
camino dejaremos los muertos y una sociedad huérfana que tendrá que recuperarse
como pueda.
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