martes, 5 de mayo de 2020

MAL ASUNTO







Mientras nos vamos quemando la garganta (como metáfora de los dedos que martillean las teclas de nuestros ordenadores o las pantallas de nuestros teléfonos), sobre la gestión buena, regular, mala o muy mala que se está llevando a cabo de la emergencia en la que vivimos, viene bien recordar lo que somos y no escamarnos de las cosas que leemos o escuchamos de nuestros vecinos. 
Somos un país dividido desde siempre, la historia está ahí para el que lo quiera comprobar. Los colores marcan tendencia ideológica y unos no soportan a los otros, y viceversa. Y entre la calamidad personal y económica que estamos viviendo, somos legión los que sentimos un total desapego por nuestra clase política convertida en una reunión de advenedizos que buscan sus propios réditos en forma de poder, en forma de riqueza personal, en forma de puertas giratorias. 
Somos legión los que vamos por libre pero que sabemos señalar que es lo que no nos gusta de unos y de otros, y que no tragamos con cualquier cosa que nos quieran colar mientras intentan tenernos adormecidos y dominados por el temor a las consecuencias que el virus nos ha tirado encima. Estos días, de poca lectura, debo reconocerlo, leía uno de los textos que viene recogido en el volumen “Negocios pendientes” de Andres Trapiello. El autor lo titulo “Mal asunto” y empieza con un “La idea es esta: el país cambiará poco mientras quiera seguir restando, y no sumando. Y el problema, este: que restar pensando que solo hubo, hay o habrá dos Españas, da un pésimo cociente. España buena menos España mala, igual a España nada, a España cero. Mal asunto”. Y la cosa está así, con poca perspectiva a que cambie nada. Ni una pandemia, tremenda como la que nos ha tocado vivir, que además de las perdidas humanas nos regala una crisis económica sin precedente, puede aunar a la gente de este país para salir del enorme agujero por el que estamos cayendo. 
Vamos a seguir con la guerra de colores, de declaraciones cada vez más insultante para la inteligencia de las personas, cada vez de mayor vergüenza y al hilo de todo ello pienso en que vivo en el este y supongo que eso me hace susceptible de contagiarme del virus en mayor medida que una señora de Santiago de Compostela, y que como no soy vasca es posible que no consiga ventajas económicas y fiscales que los nacionalistas vascos intentan exprimir incluso en estos momentos; pero cuento con los supremacistas catalanes, socios del gobierno, para que arranquen unas cuantas promesas independentistas a un gobierno cobardón que nos venderá por unos cuantos votos allá en el Congreso. Y mientras todo eso pasa ante nuestros ojos, nos seguiremos arrancando las cabelleras de norte a sur, de este a oeste, mientras azules rojos, morados y verde esmeralda se van dando golpes de pecho en su mejor ideología y la mayoría de este país se va a la mierda y alguien se lo lleva calentito. Mal asunto.



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