«A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto habitual. Y, sin duda, esto debía continuar. Pero una vez cerradas las puertas, se dieron cuenta de que estaban, y el narrador también, cogidos en la misma red y que había que arreglárselas»
.
La peste. Albert Camus
Cada
día despertamos con una noticia peor. Y aunque las de hoy son mejores que las
que tendremos mañana, al final, lo superlativo es lo que nos vamos
encontrando, incluso en lo pésimo. La proclamación de la Constitución Española
del año 78, que dejaba atrás un panorama más que sombrío, sufre en estos días
un continuo ataque desde las entrañas del propio Gobierno. Nada es casual.
Uno
de los grandes males que ha aquejado a este país es la corrupción. No podemos
sentirnos orgulloso. Es un grave error pensar que la podredumbre se encuentra solo
en las altas instancias, en las clases dirigentes o en las grandes empresas. La realidad es que se encuentra extendida entre todo tipo de personas y
personajes de este país. Hoy, algunos andan dándose golpes en el pecho, señalando
con el dedo las actuaciones del rey emérito. Personas que mientras rugen por el
fin de la monarquía porque ha hecho uso y abuso de su posición para obtener un
rédito personal, pagan en negro la reparación del calentador de agua de su
casa, alquilan un apartamento bajo mano, cobran de un ERTE mientras la empresa
les complementa el sueldo, o recuentan
el dinero de las cajas B de sus partidos y esconden las verdaderas cloacas de
este país. Gente que se hace cruces de la indignidad de quien fue el Rey mientras
se blanquea y pacta con bandas terroristas, mientras se atenta a la legalidad y
a vida común de los ciudadanos de este país. Nada es justificable. Ni lo del emérito,
ni lo del vicepresidente tapando sus propias vergüenzas vociferando sobre
inciertas huidas, ni lo del presidente de este Gobierno pactando con quien hasta hace cuatro
días le descerrajaban un tiro en la cabeza a ciudadanos de su partido, ni lo de la señora que tiene a la domestica trabajando sin papeles ni contrato. Nada lo es. La inmoralidad y la falta de decencia es el mal de España.
Lo hemos permitido todo en aras a mantener a flote ideologías y principios del
siglo XIX que casan mal con las necesidades de nuestro siglo. Los mimbres sobre
los que nos sostenemos son endebles y cimbrean cada vez más. Estamos cruzando líneas
peligrosas que una vez atravesadas ya no tienen vuelta atrás.
Tenemos la tendencia
a imaginar que los conflictos bélicos siempre ocurren en otros lugares, en países
lejanos que nada tienen que ver con nosotros, pero no es cierto. Las muestras
de la confrontación social la tenemos cerca. No hace tantos años, en la antigua
Yugoslavia jugaban a socavar los derechos de uno frente a otros, la corrupción
tampoco era cosa minina y los derechos se volvieron relativos. No estamos
preparados para vivir lo que vivieron nuestros padres y nuestros abuelos. Hoy
en día, las redes sociales y el acceso generalizado a Internet permiten tener
al alcance cualquier tipo de información sin saber si es cierta, si está
contrastada, o si nos la están ofreciendo bajo el filtro de la visión ideológica
del medio afín. Las líneas que separan la libertad y la seguridad del
totalitarismo de algunas corrientes se difuminan en muchos momentos. Evitar que
las primeras se quiebren requiere de un esfuerzo titánico en defensa de la democracia
y en reconocer que no todo vale. Debemos perseguir la corrupción hasta el final, en todos los ámbitos. Nuestro futuro se encuentra en la defensa de unas instituciones
que no siempre son ocupadas por las personas más íntegras y mejor preparadas; pero debemos separar el grano de la paja, discernir en qué lugar se encuentra aquello
que quiere acabar con nuestro modo de vida y, sobre todo, en querer continuar
siendo un país en el que la libertad y la seguridad sean su punta de lanza.
Van a empezar a salir republicanos de debajo de las piedras, porqué a "chaqueteros" nos nos gana nadie. El "sereno pueblo español" aguanta todo. ¿Nos olvidamos que la picaresca nació aquí?. Y pasaremos de ser "juancarlistas" a lo que haga falta... Al final es aquello "... y de lo mío qué..."
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