miércoles, 1 de agosto de 2012

PLATÓN Y DIAZEPÁN



Me aburres. Mucho. Tu discurso trasnochado, repetido es un insufrible suplicio para mi delicado hígado. Las mismas palabras, las mismas manidas ideas vomitadas unas y otra vez. Me aburres hasta decir basta. 

Bienvenido al paraíso del fracaso, dijo. Deberías marcharte de vacaciones por toda la eternidad. De aquí ya no te rescata ni Platón ni el diazepán.

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"Con Mariona la pelea más seria de todas fue la última, la más absurda también. Habíamos acabado de cenar en el apartamento de la calle Lagasca, en Madrid, y el ambiente entre los dos se había ido cargando de terrible malestar. Aún así acabábamos de vivir un momento poético cuando nos asomamos a la calle y miramos hacia la luna, que estaba –o nos pareció- muy alta ese día. La luna siempre es romántica y en ocasiones ayuda a las parejas con problemas. Pero sólo existió ese momento, luego yo lo estropeé todo al comentar que la luna no se dejaba archivar porque nunca fracasó en nada. Ella, que para mí estaba aquel día especialmente guapa, con el pelo corto, más corto que nunca, pelo castaño y abundante, con muchos rizos al estilo africano, me miró de repente con odio y me dijo que no soportaba mi manía de comentarlo todo. Me defendí desatinadamente porque empecé a invocar la categoría religiosa del comentario en la tradición judía. Y ella tuvo un ataque de risa, primero, y luego de ira absoluta contra mí y contra las categorías religiosas".


 *Fragmento inédito del monólogo de Vilnius en el congreso de San Gallen, excluido a última hora por V-M de la edición final de Aire de Dylan.



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