domingo, 9 de junio de 2013

NOCHES EN EL TRÓPICO



"La observación se aplica fluidamente al indochino. Cuando hay alguna prisa ─por ejemplo, para exclamar a tiempo <<¡Fulanito/a, te quiero!>> ─ lo educado y a fin de cuentas gratificante será esperar, aunque ello arriesgue una separación sempiterna. Es preferible alimentar una morriña de felicidades postergadas a correr el riesgo de comprometerse con un logro inmediato".



El monzón arranca con fuerza. Una cortina de agua imposible nos mantiene tumbados sobre los camastros, en silencio, sin más intimidad que la penumbra favorecida por la única linterna que aún funciona. El tiempo es eterno y el ritmo cadencioso de la lluvia que golpea la cubierta, es como una pesadilla. Las horas se mueren, las piernas se adormecen y apareces como un espejismo.  El calor es sofocante y la noche caprichosa.

Este año las lluvias se están portando bien, pero aquí todo está anegado. Dicen que la melancolía mata así,ahogándolo todo. Salgo a dar una vuelta. En la esquina del hotel, en medio de una acera llena de escombros, dos niños se balancean al ritmo de su propia letanía. Esto no es el paraíso, es solo un reclamo engañoso para el infeliz hombre blanco que corre para escapar de sí mismo.
Mañana, cuando estés a punto de acostarte y aquí el sol empiece a despuntar, puede que te escriba si las dos únicas cuartillas que tengo, que sobreviven.
Las noches grises también existen en el trópico.




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