domingo, 23 de febrero de 2014

JE SUIS "SHANDY", MON AMOUR

"El infinito, querido, es bien poca cosa".


En uno de los capítulos de “Historia abreviada de la literatura portátil”, Enrique Vila-Matas relata como la pintora y escultora Georgia O’Keefe, en el transcurso de una cena en Port Actif, se entusiasmó al escuchar hablar a alguno de los comensales que componían aquella extravagante velada de máquinas solteras, de ficciones y futuras conspiraciones; y ejerciendo como una verdadera mujer fatal de su época, expuso su teoría sobre la “sexualidad extrema”. Aquella mujer, según recoge el relato, sentenció que el amor debía ser desviado de su finalidad genética, de la reproducción, para no buscar más que la autosatisfacción.

Han pasado ya algunos años de aquella imaginaria reunión en la costa oriental de África. Aquella Sociedad secreta y portátil ha quedado relegada a las páginas de uno de los libros de Vila-Matas. Sin embargo, hay algo que no se ha agotado en el tiempo, y es aquella idea "fatal" de la “sexualidad extrema”, de la necesidad de desligar el placer de una sexualidad desinhibida de la perpetuación de la especie.

Si en algo nos diferenciamos de los animales es en la capacidad de razonar, crear, tener emociones y de darles a éstas una dimensión completa en la vida de cada uno. Sería muy sencillo limitar el acto sexual a la cuestión reproductiva, a la perpetuación de la prole sin ninguna otra finalidad, como cualquier especie animal. Pero sería absolutamente reduccionista y falso, porque la gran verdad es que la naturaleza, además de un instinto reproductivo, nos ha dado algunas cosas más, entre ellas la capacidad de la emoción, del sentimiento y la posibilidad de la búsqueda del placer por el placer en un acto tan físico siempre,  como emotivo en otras ocasiones.

Puede que mi concepción, y la de muchas mujeres que conozco, sea la de un sexualidad también extrema, en ese sentido, y por eso me produzca cierta grima cuando escucho algunos discursos sobre el sexo, la maternidad y las mujeres que solo son mujeres completas después de haber traído al mundo un hijo, biológico, por supuesto (nuestro mismísimo Ministro de Justicia, Sr. Gallardón, así lo dijo, para vergüenza de muchas). 

Por suerte, hoy día, tenemos la inmensa suerte de poder disfrutar de nuestros cuerpos y de los que nos acompañan en un momento dado, sin tener que buscar más si no queremos.

PD. No se pierdan el enlace sobre la declaraciones del Ministro de Justicia, Sr. Gallardón.


2 comentarios:

  1. Si te fijas, los niños de la insatisfacción son mucho más pálidos...
    Me gustó el escrito.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y se les queda el pelo lacio como medio muerto. Es cierto.
      Muchas gracias Kenit.

      Eliminar