Diciembre es esta imagen
de la lluvia cayendo con rumor de tren,
con un olor difuso a carbonilla y campo.
Diciembre es un jardín, es una plaza
hundida en la ciudad,
al final de una noche,
y la visión en fuga de unos soportales.
Jaime Gil de Biedma
I) Dicen que se suicidó, junto a su esposa, el día que supo que
cruzar el mundo era imposible, que su destino era morir entre polvo y ruinas. La tierra prometida, más allá del océano, se convirtió en arena aquel lunes que un obús reventó a unos
cuantos metros de su casa. Las pesadillas no son nada con la realidad de algunos.
Una carta llega a Toronto después de meses dando tumbos por
desiertos y ruinas. Horas después lo hace en Barcelona, escaneada sin problemas. La noticia ya es historia aunque duele como si el destino
hubiera sacados las garras la tarde anterior. No hubo nadie para enterrarlos.
II) Mejor no sacar el ábaco y dejar las cuentas para épocas
mejores.
III) Ayer estuve en el cine, vi “Nadie quiere la noche”. Al volver a casa, caminando por la Gran Vía,
nos paramos a ver unos cuantos tenderetes de baratijas. "¿Tú crees que es
posible enamorarse por necesidad?" La pregunta tiene trampa, no es solo la
necesidad, sino la comunión a la que ella te lleva. No sé si Coixet pensará lo
mismo pero así quedó la cosa después de una buena caminata y un té caliente.
IV) Termino de leer “Las personas del verbo” de Jaime de Gil de
Biedma y me da por pensar en la mala conciencia. La tarde se me hace oscura y busco algunos de sus poemas para compensarme. Dudo si realmente queda más
luz allá arriba, como dice uno de ellos. Aunque puede ser que yo no sepa bien
de qué hablo y que me embrolle sin salida. Dice el poeta que los besos son como un túnel, pero creo que puede que no sean más que un repecho oscuro y hambriento del camino hacia la nada. Quizá sea verdad y la
vida no baste.
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