He comprendido que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha.
Albert Camus
No hay día que no nos tropecemos con
gente que va y viene que no nos interesan para nada, que no nos despiertan la más
mínima atención ni lo que hagan ni lo que dejen de hacer. Las redes sociales se
han convertido en aquel patio de vecinas de antaño en que cualquiera podía
asomarse y vociferar lo que de buena gana le viniera. En poco ha cambiado la
cosa, solo que el patio ahora es mayor, más vidrioso, y las cuestiones sobre
las que se pronuncia cualquiera parecen tener un mayor calado porque son unos
cuantos, a veces muy numerosos, los que contestan a cualquier barbaridad que
por ahí aparezca. Por suerte, en lo presencial, por llamarlo de alguna manera,
la cosa es distinta, o cuanto menos la existencia de cierto pudor y prudencia
que acarrea el cara a cara cierra la boca a muchos necios y atolondrados.
Corren tiempos en los que buscar
la cercanía y el contacto de los conocidos es más que necesario. No hay nada
que supere una charla frente a una taza de café, un apretón de manos sincero e
incluso un paseo sin pretensiones. Evolucionamos como podemos pero aún nos
sorprendemos cuando descubrimos que la verdad siempre se encuentra a un palmo
de nuestras manos y poco más. Vivir con la explosión de la grandilocuencia de
los monstruos que se crean bajo el paraguas del acceso fácil a cualquier cosa,
de la necesidad de encontrar héroes, príncipes y princesas que salven del tedio y vanaglorien los egos
personales, no es más que un espejismo que mata en lugar de engrandecer nada.
Es hora de replegarse, de volver a casa, a lo que se toca, a reencontrarse
con uno mismo para compartir los espacios y los tiempos con la carne, con el
aliento y con la poca o mucha mala leche que la vida reparte. Conviene, para
sobrevivir, alejarse de las lucecitas engañosas de los letreros de neón que
anuncian recodos que, al final, sólo están huecos. Hay que confirmarse en la
certeza de que los únicos pasos que valen son los que van hacia delante haciendo
sonar la suelas de los zapatos sobre el pavimentos aun cuando esté mojado.
Uno puede replegarse en su propia casa, con dos pasos solamente, desde ese viaje tan largo que viene y va desde lo virtual. Es una paradoja, que si analizas los trayectos de los mensajes a través de la NET, pueden dar una vuelta al mundo para llegar a tu mejor compañero que vive a dos manzanas de ti. Como curiosidad, es bastante extraño, pero si te atreves... https://rfc-es.org/rfc/rfc0791-es.txt
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