Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.
Albert Einstein
Casi siempre somos
los artífices de nuestras propias desgracias, acostumbra a repetirme cada vez
que le explico algunos de los múltiples conflictos con los que a diario nos
vemos obligados a vivir y, por cuestión laboral, a intentar resolver. Y aunque
casi siempre es así, eso no hace que no me asalte la duda sobre si
esa libertad es realmente tal, y si detrás de cada una de las elecciones que
efectuamos no está camuflada la predeterminación. Quizá en lo menudo, en lo que
es mero tránsito, podamos escoger, y la
realidad definitiva, como resultado final, sea mucho menos libre de lo que
creemos. No lo sé. Quizá por eso, a veces nos preguntamos qué habría pasado si
en un momento concreto, tras aquel malentendido, aquella discusión peregrina,
en lugar de empecinarnos hubiéramos hecho un borrón y cuenta nueva, porque en el fondo sabíamos que la discusión
era intrascendente. Pero la bola, por aquella decisión de no ceder ni un
centímetro en la posición alcanzada, crece y se convierte en un alud que
termina enterrando cualquier viso de volver atrás. Y la duda se
cierne sobre si a eso mismo se hubiera llegado fuera cual fuera la
postura adoptada en un momento determinado. Puede que por eso las
circunstancias con las que nos vadeamos, las elecciones que realizamos en un momento dado
(influidas por el estado de ánimo, la soberbia, la falta de autoestima, la
egolatría, el entusiasmo desmedido, o la falta de criterio, entre otras muchas
cosas), carezcan de la menor relevancia en cuanto resultado final, aunque lo que elegimos en cada momento sea lo que nos hacen más o menos agradable
el camino que al final nos debe de llevar al mismo sitio.
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