El corazón es una tierra que cada pasión conmueve, remueve y trabaja sobre las ruinas de las demás.
Gustave Flauvert
Cena en “La Bouvier”. Unos
entrantes compartidos, un plato principal de bacalao con una crema de pimientos
del piquillo, un par de botellas de vino joven y un postre más que calórico,
son los elementos aglutinadores y la excusa perfecta de esta pequeña reunión de amigos para
los que el buen comer y el mejor beber son un elemento común que une y no desmanda.
Porque no hay nada como encontrarse alrededor de una mesa y que la conversación
fluya, sin aspavientos, sin los nervios de la vida que la buena cuchara se
encarga de apartar como lo haría la mano de una bienhechora cocinera de
cualquier cosa que sobrevolara su puchero. La complicidad que se urde alrededor
de la mesa compartida es difícil de desarmar, por eso no es una buena idea convidar
a aquellos que comen sin pasión, desaboridos y disculpándose consigo mismos, y
con los demás, por llevarse a la boca la gloria de bocado que disfrutan, porque casi siempre son personas de poco fiar.
Hablamos de nuestras vidas, de lo
rico que está el pescado, de lo oportuno del rincón escogido, de la magia de
las letras, de los planes abortados, de
las enfermedades que laten y dan la lata, y de los viajes que tenemos
pendientes, cada uno por su lado, porque para que la amistad perdure no es
preciso compartir todos los extremos de la vida con aquellos con los que se reparte el tiempo y los afectos. Cada cosa en su sitio y
cada sitio con su gente. El secreto de la supervivencia de las relaciones está
en respetar los espacios propios, en no hacer mezclas extrañas que se tornan
insoportables. No hay mayor invención que aquello de que “mis amigos son tus amigos” y viceversa.
En un mes de enero verdaderamente
excepcional, en que las noches templan y permiten cenar en el patio de este
rincón perdido de la parte alta de Gracia, adornado por un magnolio
espectacular, y al que llegar todavía cuesta un potosí porque las callejuelas que
se encaraman montaña arriba aún lo resguardan como una joya, es un lujo que no se puede desperdiciar. Salimos pasada la
medianoche, con el sosiego que da el trascurso de las horas en buena compañía, compartiendo cubiertos y conversación. La vuelta a casa se convierte en un
paseo que alarga la noche y que, aunque no arregla el mundo, disuelve cualquier
atisbo de preocupación al menos hasta que vuelva a salir el sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario