No podemos culpar de todo a los gobernantes anteriores, no sólo porque sería falso, sino también porque podría adormecerse el deber al que cada uno de nosotros se enfrenta hoy, es decir, la obligación de actuar con independencia, con libertad, de forma razonable y rápida.
Discursos políticos. Václav Havel
En noviembre volveremos a tener elecciones, la fiesta de la
democracia, dicen algunos. En general diría que sí, que poder celebrar elecciones
es un acto socialmente deseable, pero en este caso, con las circunstancias que
arrastramos, las próximas elecciones me producen una enorme pereza que viene
precedida de la decepción a la que la clase política me lleva. No tengo
ningún motivo para pensar que unas nuevas elecciones van a solventar la situación
de confrontación y atasco político en el que nos encontramos. Son los mismos, en las mismas
circunstancias. Por eso me pregunto cuál es la fórmula mágica que piensan
utilizar para, con resultados similares, llegar a los acuerdos a los que no han
sido capaces en este momento. El ciudadano se desilusiona porque el que pierde es él. El fracaso de
nuestros políticos es el fracaso de la sociedad en su conjunto. Y así ando, pensando en la enorme pérdida de tiempo, de dinero y en la enorme decepción que
día a día, elección tras elección, van abonando los que quieren gobernar a todo un país sin
importar, al final, lo que de sus programas y promesas electorales se dejan por el camino.
Y votaré, porque votar es mi derecho y mi obligación, aunque, en este último
caso, solo sea para poder cuestionarles en voz alta cada vez que algunas de sus
decisiones se me antojen nefastas, fútiles y carentes de sentido común. Hoy en día, la política
es eso de lo que unos pocos viven muy bien, mientras que al resto nos cuesta la ilusión y los
dineros del bolsillo.
Muy buena reflexión, aunque si no fueron capaces en su momento ¿lo serán en esta oportunidad? No sé si ese día seré capaz de sacar algo de optimismo para ir a votar.
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