Ayer en el Congreso se votó un
auténtico despropósito, se dinamitó uno de los límites que la Constitución estable
para evitar los abusos y arbitrariedades de aquellos que ostentan el poder.
Ayer, los diputados con sus votos afirmativos y sus abstenciones, quebrantaron
el mandato que recibieron de sus ciudadanos de legislar con respeto a las
normas y a la Constitución. Vivimos uno de los momentos más oscuros engañados
todavía por la creencia de que existencia de nuestra libertad. Seis meses de
Estado de Alarma de tirada es inconstitucional. La regulación del
estado de alarma, por la
propia excepcionalidad de las situaciones que lo hacen necesaria, limitó su
duración a quince días máximos, que solo pueden ser prorrogados con
autorización expresa del Congreso de los Diputados que debe establecer el
alcance y sus condiciones. La limitación y la intervención del Congreso, frente
a la actuación el Consejo de Ministros (el Gobierno), es relevante y
fundamental. La excepcionalidad del momento precisa de medidas excepcionales,
pero precisamente por su excepcionalidad y la incidencia directa que tiene
sobre libertadas y derechos fundamentales requiere un control
exhaustivo, en este caso de las actuaciones gubernamentales para que no se
extralimiten en sus funciones y no quebranten, de manera innecesaria, los
derechos y libertades de los ciudadanos, ni adopten medidas fuera del marco de
la legalidad. La pandemia nos está golpeando de manera fuerte y la
necesidad de avanzarse está ahí, pero toda actuación debe de estar sometida al
control de los órganos establecidos democráticamente. No todo vale, ni
siquiera teniendo al COVID enfrente. Por poner un ejemplo, legislar por Decreto
Ley, de manera continuada, por ejemplo, es un abuso legislativo del órgano
ejecutivo que es inaceptable como norma general. Este abuso no es
menor, aunque pueda parecerlo a quien desconoce el funcionamiento del
sistema. Pero en este país falta mucha cultura jurídica, faltan políticos
que nivel y falta altura en nuestras instituciones. Aceptamos, sin rechistar
los excesos de los que nos gobiernan y lo que hoy, aun mirando de reojo,
aceptamos por miedo, por desconcierto y por la inseguridad que nos ha traído el
virus, es solo la avanzadilla de las actuaciones totalitarias que pocos países
democráticos tolerarían. Se nos chulea desde el poder ejecutivo y no hay
oposición que ponga freno a las actuaciones desmedidas y al control ideológico,
con recorte de la libertad de expresión, incluso, al que se nos quiere
someter. La poca altura política de nuestro Congreso, la poca formación de
los diputados y el poco respeto a la Constitución es la nueva normalidad. El
acceso a un escaño, a los puestos de relevancia de los aparatos políticos de
los partidos, se ha convertido en un medio de vida para mucho trepa sin escrúpulos,
con poca formación y cultura democrática y aún menos capacidad para generarse
un medio de vida si no es mamando de la teta ideológica. Alguien, de
manera malintencionada, pretende contraponer la noción de seguridad, a de la
libertad y a la de necesidad de respecto obligado a los límites
constitucionales, cuando en modo alguno son opuestos. En este
momento, más que nunca, se impone, por necesidad y cultura democrática, la
necesidad de estar atentos a las actuaciones de nuestros gobernantes. En
los Estados con democracias sanas, la libertad, la seguridad, la vinculación y
respeto a la norma, es de necesaria conjugación y no hay dudas de su absoluta y
necesaria compatibilidad. Si hoy se admite y valida, por miedo, por confusión o
por maldad, la extralimitación del ejecutivo, el mañana que nos espera es
sombrío. Y esto vale para los que hoy están en mayoría como para los
que pueden estarlo mañana. Si seguimos así, de ésta no saldremos ni más
fuertes, ni mejores, solo bastante más cautivos.
viernes, 30 de octubre de 2020
SEIS MESES NADA MÁS
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Bueno, a mi todas estas cosas de estado de alarma, confinamiento, toque de queda, que tienen ese poso entre estadístico y científico. Me trasladan a cuando era niño, y en las casas tocaban a la puerta, muy de noche, y se nos encogía el corazón. Porque a veces a alguno se lo llevaban y no volvía. Tengo una nebulosa, aquí, en mi memoria, y lo recuerdo.
ResponderEliminarVienen tiempos feos. Esa es la verdad.
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