“Para escribir en un lenguaje claro y vigoroso hay que pensar sin miedo, y si se piensa sin miedo no se puede ser políticamente ortodoxo”
Hace algún tiempo, probablemente mucho, recorté de un periódico el fragmento de un artículo que recogía la anterior reflexión que, muchos años antes, ante un panorama tan desolador como el que tenemos en este momento, escribió George Orwell.
Sé que fue hace bastante porque la cartera, entre cuyos departamentos lo guardé, quedó fuera de uso hace tanto como un par de veranos. Tengo la vieja rareza de no desembarazarme de carteras, bolsos y monederos hasta que se convierten en auténtico material de derribo, por eso, cada cierto tiempo, cuando el cesto de los escombros me reclama el que está en uso en ese momento, recupero alguno que, por el motivo que sea, pasó a ocupar su espacio en el cajón de los “complementos en espera”. No es extraño que entre los compartimentos encuentre tarjetas de visita que he olvidado a quien responden, comprobantes de pago de establecimientos que ni siquiera recuerdo, alguna fotografía de carnet robada y, como hoy, recortes que no llegan al palmo.
Pero, no quisiera irme de lo que realmente he pensado al releer el texto de Orwell. No es fácil, estoy en un periodo tan desordenado que me cuesta concretar el pensamiento y dejo a lo visceral, a lo emotivo, que ordene como quiera, o como pueda, cuatro ideas que conviven conmigo desde siempre y que intento mantenerlas pese al vaivén de los malos modos, de las malas épocas.
Son días de romper lazos o de estrecharlos por la simple cadencia del dejarse llevar, de puntos suspensivos y algún que otro punto y final.
He vuelto a salirme del renglón, de ese del que quería hablar, de esa línea del descrédito, del asco y la vergüenza, que siento ante lo que veo, ante lo que escucho.
Leo en la prensa hacia dónde vamos y me repugna. Algo tiene que pasar, alguien tiene que devolvernos la moralidad, los principios, la esperanza perdida por el descrédito y el retorcimiento de un sistema que, por caduco y retorcido, ha dejar de ser socialmente útil.
Mientras, seguiré indolente, dejándome llevar. Sin conseguir escribir lo que Orwell me ha hecho pensar.
The Doors -