jueves, 10 de mayo de 2012

FIRMAS

Esta mañana tiene que comparecer para ratificar el finiquito de un matrimonio que, precisamente hoy, celebraría su décimo aniversario. A veces el destino juega a cosas tan caprichosas como esa.

Hace diez años, a la misma hora, se miraba frente al espejo decidiendo si se cubriría el cuello con un foulard o si escogería un jersey de cuello vuelto, gesticulando a su propio reflejo, mientras unos manos se deslizaban por debajo de una camisa mal cerrada, buscado el final de sus piernas.

No fue una boda convencional, tampoco una relación al uso, ambos llevaban acuestas una carrera de desvaríos importantes y la decisión de formalizar lo que para ellos venía siendo lo habitual durante los últimos cinco años, obedecía a un pronto descontrolado. Optar por casarse cuando la locura viene pisando los talones puede parecer extraño, pero no lo es más que tener un hijo en pleno tumulto sentimental, o que comprarse un foxterrier un día de triste melancolía

Diez años atrás, el día se había levantado plomizo y la lluvia amenazaba con irrumpir para convertir aquella extravagante pompa de invitados vestidos de negro y gris, en un festín de agua y vino.

Sin embargo, diez años después, la mañana amanece serena y el único agua que corre es el de la cisterna del baño. Son sólo las siete.

La camisa blanca descansa en el respaldo de la silla, y sobre la cómoda, dos pares de medias distintos.

Mira su reflejo mientras se acaricia el vientre y gesticula haciéndose muecas, exhibiéndo frente a sí misma su cuerpo desnudo. Unas manos de uñas nacaradas, cuidadas como las suyas, tiran de ella buscando su boca.
Sus dedos firman entre sus piernas la ratificación de lo que meses atrás comenzó frente a una silla de confidente.

No hay prisa, son sólo las siete.




Chet Baker John Barry Chris Botti - You Go To My Head



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