lunes, 2 de julio de 2012

ESOS PAISAJES


Me paro frente a la persiana y leo, con poca sorpresa, que Pascual ha fallecido. Se veía venir. En las últimas semanas, han sido pocos, muy pocos, los días que se le vió. No estaba bien, algunas cosas no perdonan.

Se jubiló hace ya algunos años pero aún así, día sí y día también, bajaba para atender a sus clientes porque, como él mismo decía: de la vida uno no se jubila nunca, sólo se muere; aunque fueran otros quienes sirvieran los cafés, los quintos y los pinchos de tortilla.

Y su vida era una barra de aluminio, unas mesas siempre llenas, una terraza en la que uno podía tomarse los mejores boquerones en vinagre en kilómetros a la redonda y unas tertulias a las que sumarse aunque sólo se quisiera escuchar y poco más.

Es ley de vida y no caben trampas al destino. Sin embargo, pese a todo, las mesas continuarán llenas, los boquerones, los pinchos de tortilla y los cafés expresos se servirán igual. Sus hijos, desde hace años, están al frente del negocio, en eso, la rutina cambia poco. Pero, aún así, ese espíritu de “Casa de comidas”, donde nos reuníamos los vecinos de siempre, desaparecerá poco a poco, estoy segura de eso.

Los paisajes de las ciudades y los nuestros cambian así, de un modo casi imperceptible, silencioso. 

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"El hombre, ¿Dios lo bendiga!, que me bendió todos mis libros murió hace pocos meses. Y el dueño de la tienda, el Señor Marks, ha muerto también. Pero Marks&CO. sigue allí todavía. Si por casualidad pasas por el 84 de Charing Cross Road, ¿Querrás depositar un beso en mi nombre? ¡Le debo tantísimo...!"

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