En los días que estamos viviendo, el cierre de negocios no
es nada que nos sorprenda, bien al contrario, cuando pasamos frente sus puertas cerradas a cal y canto, con el
cartel de "traspaso", "local en alquiler", un automático “otro más”, se nos tatúa
en la retina y, día a día, la lenta agonía de un modo de vida se nos va convirtiendo
en algo corriente.
Para muchos, el cierre de la “Librería Catalonia” (fundada
en 1.924), puede que sea “otro más”. Sin embargo, el final de esta emblemática
librería de la ciudad de Barcelona es la manifestación más evidente, no sólo del
mal momento económico por el que atravesamos todos, sino del inicio del fin de
un modo de entender el mundo de los libros, incluso de una forma de ver la vida que
desaparece para no volver.
El ritmo de nuestras vidas ha
cambiado de un modo tremendo, la fisonomía de nuestras ciudades aún más. La
modernidad ha ahogado, de un modo casi dramático, las cuestiones
reposadas, y la inmediatez de lo breve nos seduce maliciosamente alejándonos, peligrosamente,
de lo fundamental, del tiempo para pensar, para reposar, para madurar las
cuatro ideas que vagan por nuestra cabeza, en definitiva, para vivir.
El final de la “Librería
Catalonia” es otro eslabón en la cadena del cierrel continuado de librerías de verdad. Liberarías en las que los libreros hablan de libros, saben, conocen y
disfrutan hablando de ellos. Son muchas las que ya han ido cayendo: la
Librería Platón, la Librería Francesa, Herder, Cinc d’Oros, Ancora y Delfín. Todas
ellas formaban parte del paisaje de los lectores barceloneses. Con su
desaparición han ido dejando huérfanos a los verdaderos lectores de esta ciudad,
esos que no se conforman con cualquier cosa y que, antes de escoger su próximo
libro, su viaje en la imaginación, buscan minuciosamente entre los estantes, leen
párrafos enteros de esos libros que, en el mejor de los casos, no les dejarán
indiferentes, y cuyo empuje de papel les llevará de nuevo a cruzar la puerta de
esa librería que puede que forme parte de su vida.
Corren malos tiempos para muchas cosas, entre
ellas para los libros. El cierre de estas librerías dará ventaja a las
impersonales cadenas de ventas de libros que seguirán vendiendo bestsellers que
regalar en cualquier festividad, que decorarán y criarán polvo en descuidadas
librerías, y que incluso pueden llegar a calzar alguna que otra mesa coja.
La mediocridad es una ola gigantesca que lo arrasa todo.
Si que es una pena.
ResponderEliminarConocía esa librería.
Un abrazo.
Sí que lo es, y empieza a ser como una epidemia.
ResponderEliminarUn abrazo Kenit
Qué pena, de verdad.
ResponderEliminarY lo que dices sobre las librerías impersonales es tan real... En una ciudad de provincias como la mía la mediocridad (en este aspecto, y en otros) crece a paso agigantado, arrasando y sin mirar atrás.
:(
Exactamente como aquí, agravado por el anonimato de lo inmenso.
ResponderEliminarSi, pero cuantas bibliotecas de la diputación hay en Barcelona? , un montón y con cantidad de libros y luego tienes La Central (2 muy grandes) y Laie que son muy buenas, ya solo compro en la Central, lo que no tienen ellos no lo encuentras, así que he dejado de visitar el resto de librerías, en ocasiones paso por la de Jardinets pero poco.
ResponderEliminarColocan un Mcdonals en la Catalonia, realmente es patético
Hay muchas Francis, eso es cierto, algunas mejor dotadas que otras pero es verdad que es una fuente inestimable de acceso a buena literatura. Pero una cosa no quita la otra y es francamente triste el cierre de los comercios que son parte de la historia, del paisaje, de una ciudad. Y estoy de acuerdo contigo, "La Central" es muy buena librería por la que a mí, particularmente, no me importa perderme.
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