"Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo
y no deseo con exceso lo que no tengo".
Cada
final de noviembre, desde hace ya bastantes años, asisto a la cena que organiza
una buena amiga, celebra su cumpleaños. No importa demasiado si la celebración
cae antes o después del día que nació, es lo de menos, la fecha, como dice, es sólo un inconveniente menor. Como cada año, los invitados somos los
mismos, los que ella considera sus mejores amigos y que, entre nosotros,
algunos no pasamos de ser eternos conocidos que, una vez al año, celebran el
cumpleaños de una de sus mejores amigas.
El
grupo de los mejores amigos de mi amiga se compone de gente de lo más variopinta.
Un grupo que sólo se reúne una vez al año para celebrar el número de años
que a su anfitriona se le antoje, las velas de la tarta no coincide necesariamente
con los años que indica su documento de identidad. En función de cómo tenga
el karma, así será el número de años que celebre. Esta vez, ha adelantado unos
cuantos por mor de no poder cumplirlos, rezaba la invitación.
Ayer,
los mejores amigos de mi amiga, lo pasamos bien. Nos tomamos unas copas a su
salud y a la nuestra; hicimos unos cuantos brindis para ahuyentar los malos
tragos que la vida se ha encargado de repartirnos en los últimos tiempos sin
hacer distinciones; nos deseamos las mayores bendiciones y un futuro con
sobresaltos controlados. Es cosa de la edad, sin duda alguna.
Pero
hoy es hoy, y mientras los restos de las candelas aun humean sumergidas en los jarrones
que ayer las resguardaban, cuando los restos de la tarta esperan que un par de
cucharas infantiles acaben con ella; nos llegan noticias del otro lado del Mediterráneo.
Y no, no son buenas noticias. Está claro que los deseos son meras expectativas vitales
lanzadas al sol, o a la luna, y que una vez allí, circulando impulsadas por aventuradas
corrientes de aire, van dando volteretas hasta caer del lado que el destino,
que a veces tiene un humor muy negro, ha escogido para ti o para tu vecino. Por
eso, puede que, al final, adelantar la celebración de los años que están por
venir, sin que importe que esa fiesta tengamos que repetirla de aquí algún
tiempo, no sea tan mala idea. Celebramos por adelantado y eso que nos llevamos
en el coleto.
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